En el año 96 d.C., el asesinato de Domiciano marcó el fin de la Dinastía Flavia y dio paso a una nueva era en
Roma con la ascensión de Nerva. Este emperador inauguró la Dinastía Antonina, introduciendo un revolucionario sistema de sucesión basado en la adopción, seleccionando herederos no por lazos de sangre, sino por mérito y capacidad. Este cambio prometía estabilidad y prosperidad, anticipando una edad de oro bajo el liderazgo de
Trajano y sus sucesores. La visión de Nerva transformaría la estructura imperial y conduciría a Roma hacia su apogeo, forjando un legado que perduraría a través de los siglos.
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