No por esperada en la frontera de los 100 años, ha sido menos dolorosa la noticia de su muerte. La conocí cuando entré en 1963 en la Facultad de Filosofía y Letras . Julia era profesora de clases prácticas de Literatura y se rodeó de unos estudiantes que seguíamos sus lecciones con creciente interés. Era una experta en la disección de la palabra. Había clases que podían girar en torno a un verso de Góngor a, tal vez aquel de «mariposa en cenizas desatada», del que se sirvió para titular uno de sus libros. Julia se convirtió en una guía espiritual y nos advertía de los peligros de quedar seducidos por el provincianismo de cielos excesivamente azules. Ella rompió esas ataduras y se marchó a la Universidad de Míchigan . Después se fue a Irlanda , y finalmente al dulce y verde Ferrol . Fue publicando sus libros de poesía; uno de ellos, 'Del camino de humo', (Renacimiento, 1994), lo presenté en La Carbonería de Sevilla, cerca de mi casa en la calle Armenta , donde Julia vivió sus cinco primeros años . Y cuando tuve la posibilidad de crear Vandalia , en la Fundación Lara , no dudé en inaugurar la serie 'Maior' con 'En el viento, hacia el mar' (1959-2002), que obtuvo el Premio Nacional de Poesía . Publiqué luego otros: 'Zona desconocida' (2006) y 'Escrito en la corteza de los árboles' (2013). Monté la exposición y catálogo 'Julia Uceda. La mirada interior' (2017), y finalmente reedité su 'Poesía completa' (2023), en cuyo prólogo insistía en que sus continuas preguntas nos revelan la voluntad de la poeta de alcanzar el alma de las criaturas, en un continuo afán de culminar su «aventura del conocimiento» . Julia, tan galardonada, ha seguido siendo la misma maestra de siempre, porque la fidelidad hacia sí misma ha sido su rasgo más definitorio.