Prohibido casarse en el Vaticano... si eres trabajador de la Santa Sede. Esta esperpéntica historia hunde sus raíces en la aprobación de los nuevos reglamentos de la Fábrica de San Pedro que, como informó elDiario.es, prohíben a sus empleados, entre otras cosas, exhibir piercings o tatuajes o casarse por lo civil, por cuestiones “de decoro”. Lo que no estaba en el radar era que una boda católica podría suponer el despido de dos empleados del IOR, el Banco Vaticano.
Tal y como relata Il Messaggero, la polémica surge cuando dos trabajadores vaticanos quieren casarse por el rito católico y con todos los avales canónicos. Pero alguien les advierte que, de hacerlo, perderán su trabajo. ¿Por qué? Por las nuevas normas vaticanas, que impiden expresamente la contratación de dos cónyuges. Una situación inédita para la que todavía no hay solución aparente, y que vuelve a demostrar los choques entre la pastoral familiar del papa Francisco y las rígidas reglas dictadas desde el Governatorato, el gobierno de la Ciudad del Vaticano.
El hecho en sí es sencillo. Dos jóvenes, trabajadores en la Santa Sede, se conocen, se enamoran y comienzan una relación que pretenden acabar en boda. Sin embargo, el nuevo reglamento es claro: “Está prohibida la contratación de cónyuges, consanguíneos hasta el cuarto grado y afines en primer y segundo grado, según el cómputo canónico, de personas y administradores dentro del Instituto”.
No sólo esto: tampoco están permitidas las uniones entre empleados del IOR con los trabajadores de “otras administraciones del Estado de la Ciudad del Vaticano”, lo que “constituye causa de pérdida de los requisitos de contratación”.
La polémica llega después de que se publicara la nueva normativa de la Santa Sede, con requisitos difíciles de comprender si no se tratara de un estado netamente confesional, en la que los empleados están obligados a casarse por la Iglesia católica. Si estas dos personas cumplen la normativa conyugal, se arriesgan a incumplir la laboral y ser despedidos.
El Estatuto de la Fábrica de San Pedro vio la luz en mitad de un conato de huelga por parte de los empleados, que hubiera supuesto la primera en la historia de la Santa Sede. Un hito teniendo en cuenta que los sindicatos están prohibidos entre los muros de la ciudad papal.
Y es que las nuevas reglas exigen “una conducta religiosa y moral ejemplar, incluso en la vida privada y familiar, conforme a la doctrina de la Iglesia”, además de prohibir la exhibición de tatuajes, piercings contrarios al decoro.
Antes de firmar su contrato, cualquier empleado vaticano debe emitir una “profesión de fe”, así como “prestar juramento de lealtad y observancia del secreto oficial”, una fórmula que busca evitar filtraciones de documentos como los que produjeron los dos casos Vatileaks. La violación de estas normas conllevaría sanciones disciplinarias que pueden llegar a la suspensión, la exoneración y, en casos extremos, el despido.
En cuanto a los novios y su eventual despido, la normativa plantea una posible opción: que uno de los dos renuncie voluntariamente a su puesto. “La presente causa de pérdida de los requisitos de contratación se entiende superada para uno de los dos cónyuges siempre que el otro cónyuge cese su relación laboral con el Instituto y con las otras administraciones del Vaticano en el plazo de 30 días desde la celebración del matrimonio”, se lee en la norma. En caso contrario, “el Instituto tiene el derecho de rescindir inmediatamente la relación laboral existente con los empleados”.
Según el rotativo romano, el caso está siendo considerado por el tribunal del Trabajo de la Santa Sede (ULSA, por sus siglas en italiano). La opinión que circula en dicha sala es que los dos prometidos deberían primero casarse para impugnar su despido automático, un desenlace que los dos jóvenes buscan evitar en una historia definitivamente rocambolesca.
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