Era un 22 de diciembre de 1868 cuando se solicitó el primer permiso para construir en Madrid una iglesia dedicada a la Virgen de La Almudena , tras haberse derribado la anterior durante la Revolución de ese mismo año. Por intercesión de la reina María de las Mercedes, en 1879 se cedieron terrenos junto a Palacio para construir el templo, cuya primera piedra puso Alfonso XII en abril de 1883. El arquitecto Francisco de Cubas y Montes, más conocido como Marqués de Cubas, recibió el encargo de construirla, y lo que nació como iglesia se convirtió en catedral en 1885, cuando Madrid fue reconocida como diócesis por el Papa León XIII. Diseñó un templo de estilo neogótico. Pero no fue más que uno de los muchos proyectos que se fueron sucediendo a lo largo de los tiempos: el original lo tocaron Miguel Olabarría, Enrique Repullés y Vargas, Juan Moya… Las obras fueron desarrollándose con enorme lentitud, y sufrieron también el parón de la Guerra Civil. En 1944, el director general de Bellas Artes, marqués de Lozoya, promovió un concurso nacional para darle a la catedral madrileña una nueva solución arquitectónica. Y lo ganaron los arquitectos Fernando Chueca Goitia y Carlos Sidro de la Puerta. Entre sus cambios más significativos, están que rebajaron la altura del nuevo edificio —para ponerlo en relación armoniosa con el Palacio Real—. A partir de los años 50, las obras fueron avanzando a trancas y barrancas: empezaron en la zona más próxima a la calle Bailén, pero sufrieron un largo parón que acabó en 1984, cuando el cardenal Ángel Suquía impulsó un patronato para la finalización de los trabajos, con el ayuntamiento, la Comunidad, Caja Madrid, la Cámara de Comercio y la Asociación de la Prensa. Hubo unos años de actividad frenética, hasta 1993: en este periodo se pavimentó todo el templo con mármol en colores crema y verde de Almería; se ordenó el presbiterio; se creó el altar de la Virgen de La Almudena; se hicieron obras en varias capillas, se instaló la calefacción por hilo radiante, la iluminación y la megafonía. La catedral de Madrid fue consagrada, 110 años después del inicio de su construcción, por el papa San Juan Pablo II durante la visita que hizo a la capital, el 15 de junio de 1993. No obstante, los trabajos no estaban terminados, y han continuado después durante muchos años. La cripta cuenta, entre sus sepulturas, con las de los arquitectos que iniciaron y finalizaron el monumento: el marqués de Cubas y Chueca Goitia. Y también se guarda allí la imagen de la Virgen más antigua de Madrid: la Virgen de la Flor de Lis , una pintura mural descubierta en 1623 y que data de los siglos XII o XIII. Durante todos estos años, ha pasado por avatares muy distintos. En los años 80, ABC denunciaba que estaba «en total estado de abandono» y servía «de refugio a pandillas de delincuentes y drogadictos que buscaban refugio en sus naves». Protestaba el rotativo en junio de 1983 que los trabajos, «a medio acabar, afean el entorno de la calle de Bailén y es una afrenta para el vecino Palacio Real». Calculaban que entonces faltaba por terminar «el 15 por ciento», y así permanecía desde 1976, «en ruinas, ante la indiferencia del Obispado, del Ayuntamiento y de los vecinos todos de esta Villa y Corte». Insistía el periódico un par de años después en la imperiosa necesidad de terminarla, porque «falta realmente muy poco», recordaba el cronista. «Basta con un pequeño esfuerzo, pero ya; no esperes a mañana para colaborar», porque «sin nuestra catedral, Madrid siempre será menos Madrid». Recordaba, tras esta filípica, que existía una Fundación para la Terminación de las Obras. Y en 1993, directamente abrió una suscripción popular para recaudar fondos que permitieran el acondicionamiento interno del templo, antes de que llegara el Papa a inaugurarla. Como curiosidad, se animaba a los lectores a participar aportando sus donativos en la cuenta abierta al efecto en una entidad bancaria, con una promesa: «El jefe de la sección de religión de ABC, Santiago Martín, contestará en carta personal a cada donante». La suscripción fue un éxito: en sólo unos meses, superaba los 104 millones de pesetas de recaudación . Por esas fechas, se remató la cúpula con una cruz, en una impresionante obra donde intervinieron grúas y que fue seguida con mucha atención por los periodistas, mientras el arquitecto Fernando Chueca Goitia daba las indicaciones pertinentes. Este mismo firmó muchos de los cambios que se introdujeron en la catedral con respecto al proyecto original: del neogótico se pasó a un estilo más sencillo y sobrio. Se introdujeron novedades técnicas como la utilización de elementos prefabricados de hormigón para cubrir la nave central del templo, en lugar de las bóvedas de crucería con nervio. En 1999, monseñor Rouco Varela bendijo las campanas que se instalaron en La Almudena: cuatro ejemplares bellísimos donadas por un grupo de gallegos afincados en la catedral, y que habían sido fundidas en bronce en la localidad pontevedresa de Arcos de la Condesa. Cada una está dedicada a una de las vírgenes más queridas por los madrileños: la primera, a La Almudena; la segunda, a La Paloma; la tercera, a la Virgen de Atocha; y la cuarta, a Santa María de la Flor de Lis. El último remate de la catedral le llegó en 2004: la decoración del ábside, que realizó Kiko Argüello, y que se terminó casi sobre la campana, apenas 25 días antes de la boda real del entonces Príncipe Felipe y su prometida, Letizia Ortiz. El equipo artístico trabajó 16 horas al día para acabar a tiempo en estas vidrieras de cristal de Murano en estilo abstracto, combinadas con frescos de aire bizantino, y que despertaron casi a partes iguales el amor y el odio. Los académicos de la Real de Bellas Artes de San Fernando, por ejemplo, deploraron por unanimidad las pinturas en un comunicado público.