Una gota de sudor que cae por la frente. Esa sensación de agobio cuando la ropa comienza a empaparse. El calor sofocante, que impide hasta pensar con claridad y multiplica la sensación de cansancio. En España, uno de cada cuatro trabajadores sufre molestias significativas por las altas temperaturas, que pueden provocar el agravamiento de diversas enfermedades. Incluso, la muerte. A principios del mes de julio, un obrero falleció a causa de un golpe de calor mientras trabajaba en la localidad madrileña de Paracuellos del Jarama. A finales, el país encara la primera ola de calor del año.
Los episodios fatales han ido concienciando a la sociedad y a las instituciones de la protección de las personas trabajadoras frente al calor. La muerte de un operario de limpieza urbana en Madrid, de otro trabajador en una nave de Móstoles y de otro empleado de una empresa agroalimentaria en la región murciana de Fuente del Álamo en 2022 supusieron un punto de inflexión y unas olas de calor adelantadas en 2023 fueron el empujón para la aprobación de un real decreto que pretendía reforzar la protección laboral con medidas expresas para hacer frente a las temperaturas extremas.
Aunque esa normativa dejaba en manos de las empresas la concreción de las actividades que se pueden seguir realizando o no al aire libre, desde las principales organizaciones sindicales, UGT y CCOO, reconocen que sirvió para poner el tema sobre la mesa. “El real decreto tuvo su impacto. Aunque fue una respuesta rápida, con algunas insuficiencias, también tenía algunas bondades”, señala la secretaria de salud laboral de Comisiones, Carmen Mancheño. “Dejaba bastantes cosas a la negociación colectiva y, en algunos sectores, se han pactado protocolos para prevenir el calor y sobre las medidas en función de las alertas”, explica Ana García de la Torre, que ostenta la misma responsabilidad en UGT.
Javier trabaja en una de las empresas que se encargan del mantenimiento de carreteras. Cuando sube la temperatura en la A5, se conjugan varios factores que disparan el estrés térmico. “En la carretera hace bastante calor y se suma el paso de los vehículos, el asfalto, el movimiento cuando estás realizando los trabajos y la ropa, que tiene que ser de alta visibilidad”, explica. Tras la aprobación del real decreto, la compañía se sentó con la representación legal de la personas trabajadoras para establecer unos protocolos.
“Desde el año pasado se han hecho más cosas”, indica Javier, que es delegado de prevención y lleva 30 años en la vigilancia y mantenimiento, realizando pequeños trabajos de conservación, revisando infraestructuras y señalizando cuando se producen accidentes. “El horario normal es de 7 a de la mañana a 15 de la tarde, pero si hay alertas entramos una hora antes, para quitarnos las horas de más calor. Además, llevamos agua en las furgonetas, crema y evitamos por todos los medios hacer trabajo en solitario”, explica.
“Se ha movido mucho cómo actuar ante la alerta, en la urgencia, pero hay que ir más allá”, reconoce Mancheño, que reclama que los efectos de la crisis climática se señalen como un riesgo concreto en la normativa de prevención de riesgos laborales. El proyecto europeo Adapheat, liderado por la Fundación 1 de Mayo, que analiza las políticas implementadas en España, Italia, Gracia, Hungría y Países Bajos para la protección de la población trabajadora frente al calor, señala que esta “claramente insuficiente”. La perspectiva es preocupante si se tiene en cuenta que el aumento de las temperaturas ha llegado para quedarse. En los últimos días, la Agencia Estatal de Meteorología ha situado hasta a nueve comunidades en aviso naranja, con los termómetros por encima de los 43 grados.
Aunque existan protocolos o normativas que obliguen a las empresas a proteger la salud de sus trabajadores, estos no siempre se cumplen. En 2023, la Inspección de Trabajo llevo a cabo 9.255 actuaciones por esta causa, de la que salieron 241 infracciones y 3.263 requerimientos. Además, esta campaña, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha anunciado el envío de 112.000 misivas para informar de los riesgos de las elevadas temperaturas. Unas acciones que a juicio de los sindicatos son positivas, pero no suficientes. “Las cartas ayudan a sensibilizar, pero pedimos que se incremente la actividad programada y el número de visitas a los centros de trabajo para garantizar que se cumple la ley”, explica García de la Torre, que recuerda que “de nada sirve que haya buenas normativas, si luego no se cumplen”.
Según los datos de UGT, durante 2023 se declararon 199 accidentes con baja laboral durante la jornada debidos al calor o a la insolación, un 27% más que el año anterior. Y cuatro de ellos fueron mortales. Pero desde el sindicato estiman que pueden ser más, porque estos registros son ínfimos en comparación a la mortalidad atribuible al calor. Según los datos de la plataforma de Mortalidad Atribuible por Calor en España (MACE), con datos del sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MOMO) y la Aemet, el pasado verano fue el tercero con mayor mortalidad atribuible al calor excesivo, con 2.155 fallecimientos.
Aunque por el momento el sistema de alertas sobre cuándo se puede o no trabajar a la intemperie lo establece la Aemet, en base a las provincias, muchas voces señalan que sería mejor emplear otros criterios. Este mes de junio, el Ministerio de Sanidad ha puesto en marcha un sistema que divide el territorio nacional en 182 zonas diferentes, en base a las cuales establece unos umbrales de temperaturas a partir de los cuales aumenta la mortalidad. Estos van de los 23,9 grados en algunas zonas de Asturias, hasta los 40,4 en otras áreas de Córdoba. “Es una referencia más adecuada y la que debería figurar actualmente en el texto del real decreto”, indicaban desde CCOO durante la presentación de los resultados del proyecto Adapheat.
Cuando Raquel comenzó a trabajar en la construcción, le dijeron que su horario sería de sol a sol. “Fue en 2003 y ha cambiado mucho la mentalidad”, dice, aunque las mayores dificultades para aplicar la normativa están, a su juicio, en las grandes construcciones, que deben cumplir calendarios muy rígidos. Ella comenzó su carrera como topógrafa de campo y, ascenso tras ascenso, ahora es jefa de oficina técnica. “En la obra ya no estoy mucho”, explica, pero de los años bajo el sol le han quedado una pequeñas manchas en el rostro.
Las exposiciones al sol sin protección son un grave riesgo de padecer melanoma. Por eso, los sindicatos reclaman que no solo se tenga en cuenta el calo como consecuencia de la crisis climática, sino también otros factores que impactan en la salud de las personas trabajadoras. Aquí entrarían otros fenómenos adversos, como inundaciones, la radiación ultravioleta y la contaminación atmosférica. “Tenemos que evaluar el riesgo de todo esto en las tareas que se realizan, la zona concreta donde estamos y la situación de cada individuo”, señala Mancheño, que pone como ejemplo a una agente de movilidad: “No es lo mismo trabajar en una zona con mucho tráfico que en un pueblo pequeño de la sierra o tener problemas respiratorios que no tenerlos”.