Ubicada bajo las faldas de la sierra de Bernia está Altea , una localidad perfecta para organizar una escapada de fin de semana este verano. Conocido como la cúpula del Mediterráneo –por su peculiar iglesia–, este pueblo ha sido fuente de inspiración para bohemios y artistas durante siglos, de ahí que se haya consolidado como la capital cultural y artística de la Costa Blanca , además de ser por derecho propio uno de los pueblos de esencia mediterránea y herencia morisca más bellos de la provincia. Lo mejor para conocer a fondo este lugar es, cuando cae el sol y el calor aprieta un poco menos, adentrarse en su casco antiguo. De calles estrechas y empedradas, esta zona del pueblo asentada sobre la ladera de un cerro es pura magia. A medida que se asciende se pueden admirar sus casas blancas con puertas ornamentadas y flores decorando sus fachadas, así como disfrutar de las vistas que ofrecen sus múltiples miradores, como el de los Cronistas , que permite contemplar no solo la ciudad y su puerto, sino también los acantilados de Sierra Helada y hasta el Peñón de Ifach en los días más claros. Callejeando se pueden encontrar también los restos del Molí de Bellaguarda , testigo del pasado medieval que dejó poca huella en Altea. Este molino hidráulico, cuya estructura está hoy día vinculada a la alquería medieval de Bellaguarda, debió tener su época activa entre los siglos XIV al XVI. De las murallas que una vez la rodearon quedan un par de puertas, el Portal Vell o Puerta de Valencia y el Portal Nou , también conocida como Puerta del Mar, y las torres de Galera y Bellaguarda. En la plaza de la iglesia uno puede sentarse a tomar algo, cenar o entrar a conocer el que es su monumento más destacado, la iglesia del Consuelo . El origen del templo está en una parroquia de inicios del siglo XVI, pero su aspecto actual es de 1900-1910. De estilo neobarroco, presenta planta de cruz latina y un interior decorado con motivos clásicos y florales dorados. Pero, sin duda, lo que más llama la atención es el exterior de sus cúpulas cubiertas con tejas azules, típicas de la zona levantina. Visto esto se puede seguir por San Miguel, una calle repleta de tiendas y galerías de arte que constituye una de las postales más famosas de la localidad. Como extra para ver está el templo del Arcángel Miguel , ubicado cerca de la urbanización Altea Hills, a unos 5 kilómetros del centro. Se trata de un templo de madera construido entre 2002 y 2007 como la primera iglesia ortodoxa rusa de España. Este destino cuenta con hasta seis kilómetros de playas, eso sí, no son de arena sino de cantos rodados ( el reino de los cantos rodados , según Carolina Punset), lo que hace que no estén tan masificadas como otras de localidades cercanas, algo de agradecer en temporada alta. Entre ellas destacan la Olla, que ubicada en las afueras se extiende a lo largo de un kilómetro, El Cap Negret , que abarca desde la desembocadura del río Algar hasta la cala del Soio y tiene como telón de fondo la Sierra de Bèrnia, o la playa de la Roda , que dispone de bandera azul, tiene una longitud de 1.400 metros y está pegada al paseo marítimo y, por tanto, a numerosos bares y restaurantes en los que picar algo. Desde 2005 su bahía está incluida dentro del Parque Natural de la Sierra Helada gracias a su elevado valor ambiental. Sus aguas cristalinas y sus praderas de Posidonia oceánica sirven de refugio a una gran diversidad de especies de fauna marina. Por otro lado, Altea dispone de tres puertos deportivos, Marina Greenwich, el Club Náutico en el puerto de Altea y Porto Senso, y un puerto pesquero. En ellos se puede realizar diferentes actividades como buceo, paddle surf, vela y snorkel. Para los que quieran añadir una ruta senderista a su escapada pueden optar por descubrir la Sierra de Bèrnia , un macizo de afilada cresta en cuyos alrededores se asentaron los primeros pobladores prehistóricos del valle. La senda discurre por antiguos caminos empedrados utilizados desde el neolítico y escenarios de leyendas de bandoleros.
