La euforia de la noche electoral en la Plaza de la República de París empieza a quedar lejos y el ambiente que se ha instalado en el Nuevo Frente Popular (NFP) es de tensión y disensiones. La coalición progresista consiguió el mayor número de escaños en las pasadas legislativas, pero las negociaciones entre los partidos que la forman se alargan sin que emerja ningún consenso, sin que las formaciones logren ponerse de acuerdo en el nombre de un candidato común para el cargo de primer ministro ni en el esbozo de una verdadera estrategia de gobierno.
Desde hace una semana las reuniones se suceden por todo París entre representantes de Francia Insumisa (LFI), del Partido Socialista (PS), de Europa Ecología-Los Verdes y del Partido Comunista. El pasado viernes, el nombre de la presidenta del Consejo Regional de La Reunión, Huguette Bello, sonó con fuerza como posible líder de un ejecutivo progresista. Inicialmente propuesta por el comunista Fabian Roussel, Bello es también una personalidad cercana a Francia Insumisa –fue incluida en la lista de LFI en las elecciones europeas– y durante el fin de semana sumó además el apoyo de los ecologistas.
Sin embargo, los socialistas bloquearon su candidatura al considerar que Bello no podría garantizar una coalición más allá de los diputados de izquierda. El domingo, la propia Huguette Bello comunicó que declinaba cualquier propuesta para ser candidata progresista a la jefatura del gobierno. Afirmó que su nombre “no es objeto de un consenso entre todos los componentes del NFP y, en particular, que no cuenta con el apoyo del Partido Socialista”. “En estas circunstancias, y en aras de un rápido acuerdo en el seno del NFP, he decidido declinar sin más demora la oferta que se me ha hecho”, añadió.
La Constitución francesa no impone condiciones a Emmanuel Macron sobre quién puede ser nombrado primer ministro, aunque la tradición dicta que sea una figura de la fuerza mayoritaria en la Asamblea. Ahora bien, la lógica institucional establece un requisito básico para ser primer ministro: ser capaz de resistir una moción de censura. Si 289 diputados (de los 577 que componen el hemiciclo) votan dicha moción de censura, el primer ministro está obligado a dimitir.
En un contexto de demonización de Francia Insumisa, que es la fuerza que más diputados tiene dentro del bloque mayoritario de la Asamblea, los partidos de centroderecha, derecha y extrema derecha ya han anunciado que tumbarán cualquier gobierno que incluya miembros de la formación de izquierdas. Los socialistas se apoyan en este hecho para reivindicar que un miembro de su partido tendría más opciones de conseguir apoyos en otros grupos.
El lunes se reanudaron las discusiones, en un contexto de acusaciones cruzadas entre LFI y el PS. Deplorando una “situación de bloqueo a causa de los rechazos permanentes e incesantes del PS” y a su “palabrería interminable”, el coordinador nacional de Francia Insumisa, Manuel Bompard, exigió el lunes por la mañana en BFM-TV “ponerse de acuerdo inmediatamente sobre una candidatura a la presidencia de la Asamblea Nacional, un primer objetivo que es condición previa para todo los demás”.
Así, un nuevo punto de bloqueo ha aparecido con la necesidad de designar un candidato conjunto a la presidencia de la Asamblea Nacional, uno de los puestos clave de la vida parlamentaria que debe decidirse esta misma semana, durante las primeras sesiones de la nueva legislatura. Este lunes, las negociaciones del NFP quedaron suspendidas hasta que no se resuelva ese punto.
“Por el momento, no participaremos en ningún otro debate sobre la formación de gobierno hasta que se haya asegurado la candidatura única a la Asamblea Nacional y se haya celebrado la votación”, ha anunciado Francia Insumisa en un comunicado. “No volveremos sobre esta cuestión hasta que el Partido Socialista haya renunciado a vetar cualquier candidatura que no sea la suya, haya afirmado su rechazo a cualquier tipo de acuerdo con el bando macronista y haya confirmado su voluntad de aplicar el programa del Nuevo Frente Popular”.
En este contexto, una de las dificultades añadidas en las negociaciones sobre el posible gobierno del NFP es que un ejecutivo en minoría difícilmente podría imponer su programa, con un riesgo inherente de decepción en sus electores. En este sentido las declaraciones maximalistas de los insumisos, que se oponen a cualquier acuerdo con partidos de centro, irritan a los socialistas, que consideran que sin el apoyo (o abstención) de otras formaciones será imposible formar gobierno.
“Nos estamos preparando para gobernar y tenemos que demostrar que la hora del agitprop ya ha pasado, que estamos dispuestos a asumir ese rol de dirigir el país”, declaró el sábado Olivier Faure, primer secretario del Partido Socialista, en una entrevista a Le Parisien.
Unas horas después de que Francia Insumisa anunciara su retirada de las negociaciones, los socialistas han dicho en otro comunicado que han llegado a un acuerdo con comunistas y ecologistas sobre “una candidatura conjunta de la sociedad civil” para encabezar un gobierno de izquierdas, sin precisar el nombre. “Sobre esta base esperamos reanudar inmediatamente las discusiones”, dice el PS. Este lunes por la noche, ha trascendido en la prensa francesa que las tres fuerzas del NFP han propuesto el nombre de Laurence Tubiana, economista, diplomática y una de las impulsoras del Acuerdo de París de 2015.
Su perfil ya ha sido criticado por algunos miembros de Francia Insumisa, que en su comunicado ya se había mostrado desfavorable a una “candidatura externa”. El partido también desliza la posibilidad de que los socialistas estén “ganando tiempo para dejar que el Nuevo Frente Popular se rompa y renuncie al programa con el que fue elegido”.
Además de la situación de incertidumbre parlamentaria, las negociaciones también se desarrollan bajo la sombra de la próxima elección presidencial, que tendrá lugar en 2027. La presencia de Francia Insumisa en el gobierno parece –en la situación actual– descartada, ya que los diputados de centro han vetado su presencia. No obstante, Jean-Luc Mélenchon y la dirección de LFI se encuentran en un pulso con el PS de cara a ser la formación hegemónica en la izquierda, con la mirada puesta en las posibles candidaturas presidenciales de cara a 2027.
Entre tanto, el bloqueo en las negociaciones pone en riesgo la mayoría progresista: la reivindicación de una victoria en las legislativas se basaba en el mayor número de diputados de su bloque, pero si una de las formaciones abandona la alianza, perderían ese argumento. En ese caso, una posible coalición alternativa podría negociarse, en particular una gran coalición –reclamada por varias figuras políticas y círculos económicos– que agrupe a los partidos de centro, los socialdemócratas y una parte de la derecha gaullista.
La llave para desbloquear la situación podría estar en el actual primer ministro Gabriel Attal. En un hemiciclo fragmentado los diputados del bloque central consideran que serán indispensables para la consolidación de cualquier mayoría, a pesar de que los líderes del resto de formaciones políticas se resisten a aceptar cualquier pacto con el partido de Emmanuel Macron.
El hecho es que el reparto de escaños en las legislativas no arrojó ninguna mayoría clara en la Asamblea, inaugurando lo que debe ser un cambio de paradigma en el paisaje político francés: la necesidad de grandes pactos entre formaciones de distinta orientación política para crear coaliciones capaces de estructurar la vida política. Un paréntesis en el poder vertical ejercido por el presidente Emmanuel Macron en los últimos siete años.
Al conocerse los resultados de las legislativas, Attal afirmó que había comenzado en Francia una “nueva era”. “A partir de mañana, el centro de gravedad estará más que nunca en manos del Parlamento. A partir de mañana, el mundo político se pondrá a trabajar para crear una nueva oferta, pensando en los franceses”, afirmó.
En este contexto, Attal ha reforzado en las últimas semanas su control sobre los diputados del partido creado por el presidente y que ahora pretende refundar con un nuevo nombre. Y ha dado señales de comenzar a distanciarse de Macron, mostrando su desacuerdo con la convocatoria de elecciones. No obstante, si Attal está llamando a una coalición con los diputados de centroizquierda (él mismo comenzó en política en el PS) y los ecologistas, ha dejado claros cuáles son los límites de esa posible alianza. El viernes, en un mensaje dirigido a los diputados del partido, se comprometió a “proteger a los franceses de cualquier gobierno que incluya a ministros de extrema derecha o de Francia Insumisa”.