Una oleada xenófoba viene recorriendo Europa. Los discursos racistas han colonizado a la derecha y ultraderecha políticas y el deporte no se ha librado. En ese contexto, la victoria el domingo de la selección española masculina de fútbol en la Eurocopa ha resultado una bofetada al ideario sobre perjuicios y supuestos peligros inherentes a la llegada de personas migrantes. Y no es la primera vez.
A lo largo de la Eurocopa que han terminado por ganar, el grado de normalización y expansión de los discursos racistas ha hecho que deportistas racializados como Lamine Yamal y Nico Williams hayan tenido que soportar mensajes violentos que niegan su nacionalidad. La quintaesencia puede haber sido el tuit, luego borrado, “la camiseta de la Selección de España debería ser únicamente vestida por españoles”. O “mientras este señor vista la camiseta dejaré de apoyar a la selección española de fútbol”.
Nico Williams, que nació en Pamplona, contestó con un breve “apaga la radio, ignorante”. Unos cuantos días después, el mismo Williams –hijo de migrantes ghaneses que “cruzaron descalzos el desierto” para llegar a España– abrió el marcador de la final.
El jefe de prensa del grupo ultra Se Acabó la Fiesta, Vito Quiles, ya pidió que Lamine Yamal no jugara con España porque hizo bromas cuando la selección nacional cayó eliminada frente a Marruecos en 2022 (entonces Yamal era un adolescente de 15 años). Las imágenes del futbolista salieron medio año después de producirse y sirvieron para montar una breve campaña para pedir que “nunca más” fuera convocado con España.
Pero sí fue convocado y ha terminado por marcar el gol de la Eurocopa que supuso, además, el pase a la final de España al vencer a Francia. El portavoz de Vox en la Asamblea de Andalucía, Manuel Gavira, decidió matizar ese gol al afirmar que “si no hubiera estado Lamine Yamal, a lo mejor lo habría marcado otro”. Lo hizo momentos después de llamar “turistas” a los menores inmigrantes no acompañados.
Después de ese partido, elDiario.es se paseó por Rocafonda, el barrio donde ha crecido Lamine Yamal en Mataró (Barcelona). Es uno de los vecindarios a los que Vox ha aplicado el término “estercolero multicultural”. Sus habitantes contestaban: “Que se enteren todos los de derechas. Aunque lo nieguen, nosotros somos españoles. Por eso es irónico que los racistas tengan que aplaudir a un marroquí”.
A medida que se iban disputando partidos, las victorias españolas iban dejando actuaciones decisivas de los extremos de origen africano. Hasta que, con el trofeo ya en las manos, varios amplificadores populares de los mensajes xenófobos han lanzado sus reacciones.
El mismo Vito Quiles que no quería a Yamal en el equipo ha contrapuesto en un texto al, ahora, “crack” barcelonés con una retahíla de problemas que él vincula a la inmigración. “Siempre será bienvenido porque en nada se parece a los ilegales”, ha escrito. Por su parte, el agitador de Vox, Bertrand Ndongo, ha publicado una foto del eibarrés Mikel Oyarzabal, autor del segundo gol español en la final del domingo, con la frase “otro racializado salvando a España”. Oyarzabal es blanco.
España no está –ni ha estado– sola en esta dialéctica. El jugador francés Kylian Mbappé se posicionó con bastante claridad frente a lo que representa la ultraderecha de Reagrupación Nacional (RN) de Marie Le Pen de cara a las elecciones legislativas francesas. A Le Pen no le agradó que la estrella de Les Bleus hiciera campaña en su contra: “No representa a los franceses de origen inmigrante”, le contestó. Mbappé es hijo de un refugiado camerunés que emigró a Francia desde un campo de acogida en África.
El cabeza de cartel para esos comicios puesto por Le Pen para RN, Roland Bardella, proponía si salía ganador aprobar una “ley de emergencia” sobre inmigración para hacer más difícil adquirir la nacionalidad francesa. “Los franceses son una prioridad y vamos a instaurar en la Constitución la prioridad nacional”, declaró. Sus medidas habrían hecho imposible que los futbolistas Ngolo Kanté o Camavinga hubieran jugado el campeonato con Francia.
La ola xenófoba y su infiltración en el deporte no es un fenómeno novedoso. En realidad, se ha ido engordando de campeonato en campeonato. Cuando Francia ganó el Mundial de 1998, su selección fue vista como un ejemplo de lo que aporta la diversidad con jugadores como Patrick Viera, nacido en Senegal, o Marcel Desailly, natural de Ghana entre otros. Sin embargo, al fundador del Frente Nacional (embrión del actual Reagrupación Nacional), Jean Marie Le Pen, le parecía que había “demasiados negros” en el equipo. Jean Marie es el padre de Marine la actual líder de la ultraderecha francesa.
Los ejemplos se han ido sucediendo. Cuando en 2015 el seleccionador italiano de fútbol llamó para la azurra al jugador Eder, de origen brasileño, y a Franco Vázquez (argentino de madre italiana), uno de los entrenadores más prestigiosos del país, Roberto Mancini, protestó: “La selección italiana debe ser italiana. Creo que un jugador italiano se merece jugar en el equipo nacional mientras que los no nacidos en Italia no se lo merecen, aun cuando tengan parientes italianos”.
Un poco más adelante, al plantearse que el jugador Mario Balotelli podría ser capitán de la selección italiana como ejemplo de integración, el líder de la ultra Lega Norte, Mateo Salvini, sentenció que ese puesto no debía escogerse por suponer ejemplo alguno. Balotelli nació en Palermo de padres ghaneses. Y cuando el mismo jugador recibió insultos racistas desde la grada de un estadio, Salvini restó importancia al asunto: “Es la última de mis preocupaciones. Con 20.000 empleos en riesgo, vale más un trabajador de Ilva que diez Balotelli”.
En Alemania, el dirigente de la formación de extrema derecha AFD, Alexander Gauland, se refirió al defensa de la selección germana que ganó el Mundial de 2016, Jerome Boateng, diciendo: “La gente le aprecia como jugador. Pero no quieren tener a Boateng como vecino”. Boateng es negro y su familia llegó desde Ghana. En ese equipo había otros jugadores segunda generación de familias inmigrantes como son Yamal y Williams: Shkadram Mustafi (Albania), Sami Khedira (Túnez) o Mesut Özil (Turquía).
Por cierto, dos años después del éxito, al ser eliminada Alemania prematuramente en la siguiente copa del mundo en Rusia, tanto Özil como el también de origen turco Elkay Gundogan fueron señalados como poco leales a Alemania. El primero abandonó la selección por, adujo, haber sentido racismo.
Una vez que esta diversa selección de España ha ganado la Euro 2024, el portavoz de Vox, José Antonio Fúster, ha dicho que todos “son jugadores españoles, integrados todos en España”. Cabe preguntar cómo podrían haberse integrado si hubieran sido expulsados.