La Unesco declaró el centro histórico de Córdoba Patrimonio de la Humanidad en 1994. Uno de los monumentos más representativos de la ciudad es su sinagoga, que, tal como consta en una inscripción del mismo templo, se construyó en 1315.
Tras la expulsión de los judíos en 1492, el edificio sirvió como hospital de hidrófobos antes de transformarse en la ermita de San Crispín y San Crispiano, sede de
la cofradía de los zapateros.
En el siglo XIX, hizo las veces de escuela de párvulos. El hallazgo de unas inscripciones por Rafael Romero Barros –padre de Julio Romero de Torres– propició que, en 1885, la sinagoga fuera declarada Monumento Nacional. A la sazón, se encontraba en muy malas condiciones, por lo que en 1928 el arquitecto Félix Hernández llevó a cabo una restauración integral del edificio. Finalmente, en 1981 pasó a ser propiedad del Estado.
