La tecnología se supone que debe ser una herramienta para facilitar y aligerar trámites, y hacer la vida más sencilla a la humanidad. Espero no equivocarme al creer que los avances tecnológicos se superan unos a otros en beneficio de la gente y no simplemente de quienes globalmente son dueños de ellos.
Pero quienes hayan tratado de utilizar las plataformas institucionales estarán de acuerdo conmigo en que de amigables no tienen nada. Pareciera que la idea en general es ver cómo nos complican la existencia.
Es verdad, antes hacíamos fila, pero ¿cómo es ahora? ¿Se gestiona o resuelve un problema en menos tiempo del que dura uno en la fila de un banco?
La cuestión de fondo es que, en particular la hidrocracia, se inventó para enrevesar los trámites mediante formularios laberínticos que sirven para que alguien en una computadora determine si uno cumplió con los caprichos de quien diseñó las casillas que hay que llenar, aunque sean repeticiones cansadas y carentes de importancia, pero que no falte ninguna sin completar. Dios guarde, porque rechazan la gestión.
Mi vida como profesional en ciencias geológicas y mi madre como maestra de escuela me enseñaron a escribir; redactar informes, reportes, escritos, notas técnicas; a describir imágenes con palabras.
No me enseñaron a cubrir espacios en blanco con datos menos que irrelevantes, y muchas veces rayando en el absurdo por capricho de algunos funcionarios que crearon la plataforma Sipeco para trámites relacionados con el agua.
Si lo que pretendían era una tramitología en el buen sentido del concepto, mi opinión es que se equivocaron como la paloma que creyó que el norte era el sur, o que la noche era la mañana.
Rellenar una enorme cantidad de casillas jamás será mejor que un buen informe geológico. Pregunten a los usuarios de la información geológica.
El autor es geólogo, consultor privado en hidrogeología y geotecnia desde hace 40 años. Ha publicado artículos en la Revista Geológica de América Central y en la del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH).
