Sólo la imparcialidad y objetividad de criterio nos hace verdaderamente libres en la vida social y política, lo que precisa independencia intelectual y económica. Por eso son tan indeseables los partidarios acérrimos de unas siglas, que renuncian a su libertad de discernimiento y se someten sectariamente a las consignas de los dirigentes. Quienes sin tener otra profesión u oficio llevan toda su vida subsistiendo de la política e inmersos en el pesebrismo son otra pesada lacra, porque generalmente no conocen el valor libertad, comulgan si es menester con ruedas de molino y velan primordialmente por sus propios intereses. Defienden irreflexivamente a su partido al igual que harían con los adversarios si de ellos dependiesen, pues sólo aspiran a pervivir del...
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