La red de gas juega un papel estratégico en la transición energética como columna vertebral a través del cual circulará el biometano , un gas renovable obtenido a partir del tratamiento de residuos que se perfila como la solución más eficiente y competitiva para descarbonizar la economía. Hablamos de una infraestructura con más de 95.000 kilómetros de tubos compuestos en su mayor parte por polietileno y acero que son pasado, presente y, sobre todo, futuro del sistema energético nacional. Aunque sus orígenes se remontan a mediados del siglo XIX, cuando se implantaron los primeros alumbrados en calles con farolas de gas, lo cierto es que un 60% de la infraestructura gasista tiene una antigüedad menor de 20 años, lo que hace muy factible tanto técnica como económicamente su adaptación a los gases renovables. Estos gases están llamados a jugar un papel central en la transición energética en España, con múltiples beneficios para todos: permiten diversificar fuentes de energía y aumentar la autonomía energética; reducen emisiones contaminantes de forma eficiente; son fáciles de almacenar; y entre otras contribuyen a impulsar la economía circular dando una solución a la gestión de residuos. En concreto, el biometano se perfila como una de las grandes claves en la reducción de emisiones, ya que al tener cualidades similares al gas natural, puede distribuirse a través de la infraestructura gasista existente y emplearse en hogares, industrias y comercios. Pero el biometano tiene otra gran ventaja: no requiere ninguna inversión para su uso en las actuales calderas domésticas, puesto que tiene cualidades similares a las del gas que se usa actualmente. Es la forma más sostenible de lograr la descarbonización del sector residencial, y hoy en día todas las calderas están preparadas para funcionar al 100% con biometano. Con el 30% del potencial de biometano que existe en España podríamos descarbonizar todo el parque de viviendas de España sin que los propietarios tengan que afrontar ningún coste. A pesar de que en los últimos meses se ha hablado mucho sobre una futura e hipotética prohibición de las calderas de gas, lo cierto es que la nueva directiva de eficiencia energética publicada por la Comisión Europea no las prohíbe ni obliga a su sustitución porque todas las calderas actuales ya están preparadas para usar biometano. Por tanto: con la llegada del biometano la caldera juega un papel clave en la transición energética al ser la solución más eficiente y asumible por las familias para garantizar la calefacción y el confort en el hogar. Naturgy quiere liderar esta transición hacia el gas renovable. Nedgia, la distribuidora de gas del Grupo, suma una red de gas compuesta por más de 57.000 kilómetros presente en 1.150 municipios a los que podría hacer llegar el gas renovable de forma rápida y eficiente. El reto es incrementar nuestra producción de biometano, ya que actualmente el número de plantas de producción de biometano es muy reducido en comparación con los cientos de instalaciones que ya se cuentan en otros países del entorno como Francia, Alemania o Dinamarca a pesar de que tienen menos potencial que España «España necesita y puede tener mucha más ambición e impulso en materia de gases renovables. El biometano es la gran oportunidad que tiene que aprovechar España en materia de energía renovable y es la forma más sostenible de alcanzar la descarbonización residencial», explica Raúl Suárez, CEO de Nedgia. La cada vez mayor presencia del gas renovable en la red y el interés de numerosos promotores por desarrollar nuevas plantas permite concluir que el gas, tenga el apellido que tenga, seguirá teniendo un papel relevante en el mix energético español y europeo. Si miramos los datos, la demanda de gas en España es hoy un 50% superior a la demanda eléctrica, lo que la convierte en imprescindible en el sistema energético nacional. El sistema gasista español es flexible, moderno y está preparado para la descarbonización, por lo que las redes de gas deben ocupar un rol central en la planificación para una transición energética que resuelva el 'trilema energético': cómo ofrecer energía segura, a un precio competitivo y que permita avanzar en la descarbonización. Para conseguirlo, es preciso que haya incentivos en la inversión y en la regulación, puesto que invertir en gases renovables nos acerca a tener acceso a una energía más limpia, segura y asequible.
