La arrolladora victoria del Partido Laborista en Reino Unido y el inesperado triunfo en escaños del Nuevo Frente Popular en las elecciones legislativas francesas tienen un elemento en común: se apuntalan desde las capitales. Un fenómeno cada vez más extendido en Europa que contrasta con el caso español, donde Madrid es todo un bastión de la derecha.
El PP recuperó una doble mayoría absoluta en Comunidad y Ayuntamiento el 28 de mayo de 2023. En las generales del 23J, aunque con menor fuerza, volvió a imponerse. A nivel regional obtuvo 16 escaños, los mismos que la suma de PSOE y Sumar, con el 40% de los votos (un 41% en Madrid ciudad). Junto a la ultraderecha de Vox, que acabó no obstante relegada a cuarta fuerza frente al tercer puesto nacional, el bloque alcanzó los 21.
Los pasados comicios europeos del 9 de junio intensificaron aún más el respaldo de la derecha en la Comunidad de Madrid, que superó en casi 18 puntos a las fuerzas de izquierdas: el PP se mantuvo, Vox bajó pero adelantó a Sumar y Se Acabó la Fiesta irrumpió en el entorno del 5% de votos (4,22% en la capital).
La situación fue similar dentro de Madrid ciudad. En menos de un año, el bloque derechista pasó de superar en 10,4 puntos al de izquierdas a ampliar esa ventaja hasta los 16,9. Concentró el 55,8% de las papeletas aquel 9J, solo un punto menos que en el conjunto de la comunidad autónoma.
Esa misma noche, el área metropolitana de París se convirtió en uno de los pocos reductos de Francia (el único continental) que aguantó el envite de la extrema derecha. En la ciudad, la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen fue sexta fuerza con un 8,54% de los votos, menos del 9,83% que cosechó Vox en Madrid. Los Republicanos lograron apenas un 10,49% y el partido del presidente de la República Emmanuel Macron, Renaissance, el 17,72%. Los socialistas fueron primera fuerza, y junto a La Francia Insumisa y los ecologistas aglutinaron más del 51% de los sufragios.
Una situación que se volvió a repetir el pasado 7 de julio. RN no consiguió imponerse en ninguno de los 18 distritos y la extrema derecha tan solo accedió a la segunda vuelta en uno de ellos, el número 14. La coalición macronista, Ensemble, se hizo con los distritos acomodados del oeste, mientras que las izquierdas vencieron en 12 distritos de la zona este (en varios casos en primera vuelta). Todo ello mientras la socialista Anne Hidalgo, de orígenes gaditanos, supera ya los diez años al frente del Ayuntamiento de la capital francesa.
En Londres, los Laboristas de Keir Starmer obtuvieron un 43% de los votos frente al 33,7% a nivel nacional. Un apoyo que les reportó 59 de los 75 parlamentarios que reparten las diferentes circunscripciones del Gran Londres, frente a tan solo nueve para los tories, seis para el Partido Liberal Demócrata y un diputado independiente
Reform, la extrema derecha de Neil Farage, no sacó de la capital ninguno de los cinco representantes que consiguió en el país y tuvo un apoyo sensiblemente menor que en el conjunto del territorio: frente al 14,29% a nivel nacional, en Londes solo llegó al 8,7% (un porcentaje también inferior al de Vox en la última cita electoral celebrada en España). Mientras, el laborista Sadiq Khan ocupa la alcaldía londinense desde 2016, pese al dominio conservador en el resto del país hasta estos últimos comicios.
Respecto a Berlín, los conservadores de la CDU recuperaron 24 años después el poder el pasado 2023, pero gobiernan junto a los socialdemócratas y la cámara berlinesa tiene una abrumadora mayoría progresista (90 escaños de SPD, Verdes y Die Linke frente a 69 de CDU y los radicales de Alternativa por Alemania). Incluso en un país dirigido por la extrema derecha como Hungría, el candidato opositor al partido de Viktor Orbán, el ecologista Gergely Karácsony, se impuso en los comicios de 2019 y lo volvió a hacer el pasado 9 de junio, aunque esta vez con un margen tan estrecho que el resultado está siendo objeto de una disputa judicial que podría resultar en un nuevo recuento.
Javier Lorente, profesor de Derecho Público y Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid especializado en comportamiento electoral, confirma que con los datos en la mano “Madrid es la capital europea más derechizada”. Rompe “una tendencia” extendida en la mayor parte de capitales europeas, así como en las principales urbes estadounidenses.
Una tendencia, eso sí, con matices. No hace tanto que el conservador Boris Johnson ocupó la alcaldía de Londres, entre 2008 y 2016, aunque en un contexto de crisis económica que dejó muy tocado al Partido Laborista en todo el país. Antes de llegar a la presidencia de la República Francesa, el derechista Jacques Chirac fue regidor de París entre 1977 y 1995, cargo que llegó a compaginar con el de primer ministro durante dos años. La implosión de la derecha gaullista, hoy encarnada en Los Republicanos, tiene mucho que ver con el precario espacio del espacio político conservador en París.
En Roma, donde en los últimos 40 años han gobernado desde los comunistas hasta el Movimiento 5 estrellas pasando por los Verdes, la democracia cristiana dominó ampliamente el tablero político hasta mediados de los setenta. El Pueblo de la Libertad, una de las marcas electorales de Silvio Berlusconi, también llegó a la alcaldía entre 2008 y 2013 de la mano de Gianni Alemanno.
Lorente explica el mejor comportamiento generalizado de la izquierda en las grandes ciudades por la “acumulación de proletariado”, que deriva a su vez en una mayor actividad sindical. “A mayor afiliación sindical, más se vota a la izquierda”, indica. Por ello, y pese a recalcar que no se trata ni mucho menos de una excepción histórica, sí cree que puede tomarse como una “anomalía electoral”.
“En Madrid también era así hasta la Guerra Civil, durante décadas la ciudad compensaba la implantación de la derecha en distintas zonas rurales del país”, apunta Lorente. Habla de un progresivo proceso de “fascistización” durante el franquismo, con el “reemplazo o al menos el añadido poblacional de personas provenientes de Castilla, en gran parte élites económicas y sociales”.
“Catalunya atrajo más emigración de Andalucía y Extremadura, que también llegó a determinados barrios populares de Madrid, pero no con la misma fuerza. La base electoral de Madrid es más de derechas y se ha ido expulsando a población humilde, con la contribución de continuados procesos de privatización. Esto ha sucedido incluso en las ciudades del llamado cinturón rojo, que todavía resiste en parte por esa acumulación de proletariado industrial que mencionaba”, expone el politólogo.
“La ciudad sufre una segregación de clase mucho más marcada que en otras capitales. Y está demostrado que las rentas más baja votan más a la izquierda, pero participan menos. Los barrios humildes como Usera, Villaverde o Vallecas están lejos de compensar el apoyo masivo a la derecha en el norte, donde el electorado acude a votar en mucha mayor proporción”, relata. Por distribución geográfica, todos los distritos donde el PSOE fue primera fuerza el 23J se concentran en el sur y limitan unos con otros. La gran excepción es el distrito Centro. Una especie de capitalidad dentro de la capitalidad donde se cumple el comportamiento electoral del resto de Europa. En las últimas convocatorias, el bloque de la izquierda ha sumado más porcentaje de voto que el de derechas.
Lorente menciona la desigual participación allí donde la izquierda es más fuerte frente a los feudos derechistas. Una circunstancia esta última que se repite elección tras elección, con diferencias de participación que en algunos casos alcanzan el 25% entre los distritos obreros del sur y los de mayores rentas en el norte. Incluso en unas elecciones de alta movilización como las generales del pasado 23 de julio, la abstención rozó el 36% en Puente de Vallecas (donde el PSOE fue primera fuerza) y no llegó al 19% en Chamartín (con un PP al borde del 60% de los votos).
Pese a las razones sociológicas que Lorente desarrolla para justificar los resultados de la derecha en Madrid, cree que hay un “punto coyuntural” más fácilmente reversible, ya que como se observa con los vaivenes políticos de otras capitales el electorado no es un todo inamovible. Lo demuestra el propio ejemplo madrileño, donde el auge socialista, la efervescencia cultural y el perfil carismático del candidato auparon a la alcaldía a Enrique Tierno Galván. Su sucesor, Juan Barranco, fue el último alcalde progresista de la capital hasta la llegada de Manuela Carmena en 2015.
Lorente cita precisamente entre estas explicaciones coyunturales el control prolongado de la administración por parte de la derecha y la permeabilidad directa que ello permite: “La hegemonía del Partido Popular reproduce su poder y le permite asentarse, distribuir contratos públicos y crear redes clientelares, lo cual no estoy diciendo que sea necesariamente corrupción. Es similar a lo que ocurrió durante décadas con el PSOE en Andalucía”.
Otro motivo, aunque muy vinculado a ese dominio institucional y presupuestario del PP madrileño, tiene que ver para Lorente con el discurso político y mediático: “En Madrid lo nacional lo absorbe todo, ya dijo Ayuso que Madrid es España dentro de España. La mayoría de la gente se informa menos de información local que en otras ciudades. Las cuestiones de ámbito nacional marcan la agenda, y en los últimos años muy especialmente el conflicto catalán, que despierta cierto sentimiento de agravio en la población como puede ocurrir también en Andalucía”.
Según Lorente, “la política municipal solo importó durante el mandato de Manuela Carmena”, como forma de tensionar el Ejecutivo municipal de un partido (Ahora Madrid) a la izquierda del PSOE. Fue entonces cuando cambiaron las tornas: “Lo local se convirtió en cuestión nacional”. Acapararon titulares y minutos de televisión “imperdonables” cabalgatas de Reyes que luego resultaron reconocidas por su diseño, o titiriteros encarcelados por presunto enaltecimiento del terrorismo y a los que después tuvieron que indemnizar varios medios conservadores. “En Madrid la izquierda no tiene tantos altavoces, y los que más ruido hacen son negativos”, añade.
El profesor de la URJC explica la derrota de la izquierda cuatro años después (aunque Más Madrid fue la fuerza más votada) por “la menor participación generalizada en 2019, especialmente en zonas obreras lejos del centro [a nivel general la bajada fue solo de seis décimas]”. Lorente cita como otras razones “la elección de cuadros poco formados” o “venir de una victoria que ya fue de por sí pírrica y con un poco de chiripa”. Ahora Madrid (20) y PSOE (9) aglutinaban 29 ediles, por los 28 de la suma entre PP (21) y Ciudadanos (7).
La suerte, por una vez, se puso del lado de la izquierda madrileña, que no obtenía mayoría progresista en el Pleno de Cibeles o la Asamblea de Madrid desde 2003. Aquel año el resultado electoral auguraba un Gobierno autonómico de izquierdas: 47 escaños para el PSOE, 9 para Izquierda Unida y 55 para el PP de Esperanza Aguirre. Sin embargo, la voluntad popular fue sepultada bajo el Tamayazo con la abstención de dos diputados socialistas. Los comicios se repitieron y Aguirre logró una mayoría absoluta sin la que quizá no existiría esa “hegemonía del Partido Popular que reproduce su poder”.