El pasado 1 de julio, fallecía en Tirana Ismaíl Kadaré (Girokastër, 1936), eterno candidato al Premio Nobel de Literatura, como tantos autores que lo merecieron y no lo recibieron, y uno de los más destacados escritores europeos de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI. Entre otros galardones, recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2009.
En su juventud, contó con ayudas del gobierno comunista de Albania y estudió Lenguas, Literatura e Historia en la Universidad de Tirana y también en el Instituto Gorki de Moscú, de donde tuvo que regresar en 1960, cuando Albania rompió relaciones con la Unión Soviética y quedó aislada en manos del dictador estalinista Enver Hoxha (la experiencia rusa la narró en El ocaso de los dioses de la estepa). Trabajó como periodista, pero sufrió represalias por oponerse al régimen, aunque este intentó aprovecharse de su prestigio fuera del país. En 1990, se exilia y se traslada a París y, en 1999, regresa a Albania.
Con su primera novela, El general del ejército muerto (1963), obtiene un notable éxito. En su dilatada obra, cabe distinguir relatos de denuncia política, más bien alegóricos, para intentar librarse de la censura, como El palacio de los sueños (1981), novela que fue prohibida en Albania, El gran invierno (1973), El concierto (1988), Vida, representación y muerte de Lul Mazreku (2002)... En otras narraciones, trata sobre el pasado y las tradiciones de su tierra: Los tambores de la lluvia, acerca del asedio turco a Kruja, en el s. XVI, y el héroe albanés Jorge Kastriota, también llamado Skanderberg; Abril quebrado (1978), sobre el kanuna, un ancestral código de honor, El viaje nupcial (1979)… La defensa de la minoría albanesa atacada por los serbios en Kosovo, en la que se implicó mucho, se plasmó en Tres cantos fúnebres por Kosovo (1998), libro que ayuda a comprender la complejidad de las tensiones en los Balcanes. Una de sus mejores obras es Crónica de la ciudad de piedra (1985), sobre su infancia en Girokastër, con las sucesivas invasiones de italianos, griegos y la liberación por los partisanos albaneses.
Denuncia, simbolismo kafkiano, en unos casos, junto con historias llenas de dramatismo y lirismo, cuando trata sobre el pasado de su país y el carácter indómito de sus paisanos. Como otros grandes escritores, el albanés logra, como ha señalado el profesor Javier de Navascués, construir un espacio y un tiempo propios, un universo literario sólido y coherente, a partir de la realidad albanesa. Merece la pena leer a Kadaré, cuya obra se ha traducido a muchos idiomas y se pueden encontrar fácilmente tanto en librerías como en bibliotecas.