Siempre existe una posibilidad, o muchas, de que un hombre haga el ridículo pero le salvará la capacidad de reírse de sí mismo. A Joe Biden quizá le habían escrito la broma que gastó a un gobernador de su partido cuando éste, médico de carrera, le preguntó cómo encontraba tras sus evidentes muestras de declive cognitivo. «En general bien», vino a decirle, «aunque no me funciona mucho el cerebro». El hombre entró en estado de alarma hasta que le explicaron que el presidente estaba de cachondeo pero, como el resto de los demócratas, no se quedó muy contento. El último lapsus real, el de confundir a Zelenski ¡¡con Putin!!, ha terminado de sembrar la duda de si aquella inocente eutrapelia...
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