La derecha extrema representada por Vox ha decidido unirse a la extrema izquierda integrada en Frankenstein para hacer oposición a los gobiernos autonómicos populares. No resulta sorprendente. Los extremos siempre acaban coincidiendo en un mismo discurso populista que desprecia la realidad, ofende a la inteligencia, ignora el sentido de Estado y reduce la política a un conjunto de consignas huecas cuyo único fin es enardecer a la secta. La diferencia entre lo acontecido en el espectro liberal y el mal llamado «progresista» es que, mientras Pedro Sánchez ha ido acatando una a una las exigencias de sus socios comunistas, separatistas y proetarras, en su empeño por aferrarse al poder, Alberto Núñez Feijóo puso desde el principio pie en pared y...
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