Antes de recibirse como abogados de la UNAM, Jesús Matienzo y Amparo Zamora vieron nacer a su primer hijo. Meses después supieron que esperaban al segundo. Pero los jóvenes no permitieron que los dos niños se convirtieran en un freno. Sus familias –la de ella, más tradicional y estable; la de él, más desordenada, casi hostil– los verían titularse y alcanzar la prosperidad. Los estudios de derecho, aunque inacabados, le permitieron a Jesús Matienzo convertirse en investigador de fraudes bancarios. “El esfuerzo invidivual, el apoyo de las instituciones públicas y la intervención de un buen sector privado permitieron el progreso de mi familia”, sostiene Carlos Matienzo, experto en temas de seguridad.
El triunfo de Vicente Fox y la caída del PRI despertaron su interés en la política. Años después, ingresó en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Quedó en un grupo vespertino, con los alumnos que entraron por examen, orientados por varios profesores de corte liberal, de los pocos que había en la UNAM. Éstos perfilaron a Matienzo, que se metió a la grilla universitaria de candidato. La izquierda lo bloqueó, pero lo arroparon los priistas que se aliaron a los panistas, que eran débiles, y se formó un pequeño PRIAN en la facultad, identificado con un reguilete rojo con azul. “Nos fuimos contra los porros y contra los salones ya como representantes estudiantiles. A mí me reventaron vidrios del coche, me ponchaban llantas. Éramos los reaccionarios de la facultad”, dice sin rubor. “Éramos el PRIANRD contra el grupo de Gibrán (Ramírez), que era el de los obradoristas”.
Los últimos semestres de su carrera, Matienzo trabajó en la Fundación Colosio, en el desarrollo de la plataforma electoral de la Ciudad de México. Aspiraba a convertirse en tecnócrata. Su jefe en la campaña, Mauricio López, fue nombrado coordinador de asesores de Osorio Chong en Gobernación y lo invitó a formar parte de su equipo. En su dirección, abordó temas de seguridad y conflictividad social, como la gestión de crisis del Chapo y algunas de las negociaciones con los maestros. “Me gustaron las entrañas del poder y la gobernabilidad. Me volví muy priista y muy pragmático y pensaba que por la estabilidad del país se valía todo”, sostiene.
En busca de la trayectoria priista perfecta, y en espera de que Osorio Chong se convierta en candidato presidencial, Matienzo se fue a estudiar su maestría en seguridad a Columbia. Pero en lugar de volver formado como todo buen neoliberal, se enteró del triunfo de AMLO y entró en pánico: “Como a toda una generación de jóvenes funcionarios que nos habíamos formado en el peñanietismo y que queríamos construir una sólida carrera de funcionario público, de repente nos convertimos en unos apestados”.
Matienzo cambió de planes a partir de ese momento y empezó a escribir. En Columbia presidió la Asociación de Estudiantes Mexicanos, lo que le abrió espacio en diversos medios como opinador en temas de seguridad. Luego fundó Dataint, una startup en tecnología y seguridad, con Javier Márquez y Pablo Reyes, y quiso volver a la vida política mediante la frustrada precandidatura de Lilly Téllez, que ni siquiera compitió en la interna contra Xóchitl Gálvez.
Matienzo piensa que en México se necesitan perfiles al estilo estadounidense, que navegan entre lo privado, lo gubernamental y lo político. “Hay legisladores en Estados Unidos que trabajaron en una empresa de seguridad privada, que a lo mejor estuvieron en la Secretaría de Defensa, y luego son expertos de seguridad en el Congreso, están en el Comité de Inteligencia, por ejemplo. Eso es lo que me gustaría ser: un especialista en seguridad que cumpla con su parte de política pública en el gobierno, en el Legislativo y en equipos políticos. Lo que yo puedo aportar y donde me encontré es en el tema de seguridad. Lo acompaño con consistencia ideológica: seguridad dentro de un modelo de pensamiento que cree en el orden, en el Estado de derecho, en la responsabilidad de las comunidades, que no romantiza la delincuencia, que cree que el Estado tiene que imponerse en su territorio, que cree en la defensa exterior e interior del país. Yo tengo pleito, no digamos con el obradorismo, también con la banda de Seguridad sin Guerra. Creo que ellos también le han hecho daño al país; pasamos de un calderonismo que sin duda tuvo errores en la parte estratégica, pero el de ellos es un pacifismo muy iluso. Creo que Seguridad sin Guerra fue la antesala de abrazos no balazos; es su contenido ideológico y académico. Ellos siempre dirán ‘bueno, no era con policías y era con reforma judicial’, pero eso no va a arreglar el problema de Michoacán, de Zacatecas o de Chiapas. Yo creo que una política de seguridad interior de mano firme frente al crimen organizado, de control de territorios, es súper necesaria en el país y me parece increíble que nadie en la oposición haya podido articular la parte de política pública con la parte ideológica en un gran discurso de seguridad”.
-¿Qué piensas del proyecto de seguridad de Claudia Sheinbaum?
-Ha dado dos señales contradictorias: confirma que la Guardia Nacional será formalmente trasladada a la Sedena, es decir, bajo el poder del Ejército. Pero, por otro lado, presenta a un civil, a García Harfuch, como su hombre fuerte en la materia y lo placea con los estadounidenses. Harfuch, como sabemos, para nada es un acólito de los abrazos no balazos. Es uno de los productos más acabados de la Policía Federal, de la investigación contra el crimen organizado y en principio representa la alternativa civil a los militares. El problema es que, sin fuerza operativa bajo su mando, difícilmente podrá influir en un cambio de fondo donde más se necesita, en tierra, donde está el combate. Si realmente quieren que cambien las cosas deben ir por un cambio de diseño, no nada más de rostros. Hay que reordenar primero al Estado para luego poner orden en las calles. Hoy no tenemos leyes ni herramientas para atender fenómenos como el de grupos armados combatiendo en lugares como Zacatecas o Michoacán. Eso no es seguridad ciudadana, es un tema de defensa interior. La Guardia, más que una fuerza policial, debe ser una fuerza intermedia, con características militares y policiales, para el control territorial en las zonas rurales donde hoy no hay Estado, con fuerzas de reacción para combatir al crimen organizado y recuperando el control de nuestros caminos y carreteras. Puede irse a Sedena, pero entonces hay que reformar esa dependencia, darle un mando civil y reorganizar a cada fuerza armada para que tengan misión propia; que la Guardia deje de ser apéndice del Ejército. O crear una nueva secretaría del interior con la Guardia como fuerza operativa. Pero cambiar el diseño. De lo contrario, Harfuch terminará como un simple vocero de seguridad y la Guardia Nacional seguirá siendo no más que un grupo de soldados sin misión.