El 21 de octubre de 1971 es una fecha que marcó la historia de la poesía chilena. Ese día, el profesor y poeta Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, conocido transversalmente como Pablo Neruda, se convirtió en el sexto escritor de habla hispana y el tercer latinoamericano en recibir el Premio Nobel de Literatura por “ser autor de una poesía que, con la acción de una fuerza elemental, da vida al destino y los sueños de un Continente”.
La justificación de la Academia Sueca resulta más que coherente. En 1950 y en medio de su exilio, Neruda publicó el “Canto general“, un proyecto poético monumental que encarnó el latinoamericanismo con una pasión cuya contingencia prevalece, y que fue inmortalizado por Los Jaivas en el histórico disco “Alturas de Machu Picchu“.
Sin embargo, y a exactos 120 años de su natalicio, su obra se ha visto eclipsada por una serie de cuestionamientos a su vida personal. En concordancia con el avance del movimiento feminista en Chile, el abandono de su hija Malva Marina -que falleció a los 8 años a raíz de su hidrocefalia- y el escrito donde confiesa haber violado a una mujer en Colombo son dos episodios que transformaron al poeta en una voz polémica que, para muchos, genera rechazo.
Kemy Oyarzún es Doctora en Filosofía y académica de la Universidad de Chile, y se define como una mujer feminista y de izquierda. El 2022 se convirtió en la primera presidenta de la Fundación Pablo Neruda, lugar desde el cual ha asumido el desafío de afrontar las dimensiones históricas, culturales, identitarias, de género y territorio relacionadas a la inmensa obra del poeta.
“La obra y la vida no son binarias“, comentó Oyarzún en entrevista con Radio y Diario Universidad de Chile. “Esto quiere decir que no podemos solo leer la obra desde la vida, ni la vida solo desde la obra, porque son dos esferas que tienen su propia dimensión. No son binarias, pero sí tenemos la obligación de interceptarlas, de articularlas y ver qué hay de la vida en la obra, y ahí viene la parte de la recepción”.
Para la filósofa, el receptor de la obra es el tercer factor de la ecuación. “Y somos los y las que leemos. Hay que recuperar esas tres esferas, que no son iguales, para entender no al poeta, tampoco a la poesía dentro del momento en que vivió el poeta, sino el de nosotras, hoy. Tenemos el derecho de leer a nuestra manera”.
En ese sentido, Oyarzún ejemplifica con lo que sucede con el nombre de Neruda en las marchas. “Muchas veces he visto el rayado ‘Neruda, cállate tú’ cuando estoy en las marchas feministas, y hay gente que se molesta. Yo no, porque el receptor, la receptora, es la que tiene hoy la palabra, la libertad de decir ‘cállate Neruda’. Yo no quiero hacerlo callar, pero si tú lo quieres hacer lo tengo que respetar, porque somos las receptoras de hoy”.
“Y creo, por la experiencia que tuve con él en mi vida, que él diría ‘dejen hablar a las chiquillas’. Porque no creía en controlar, en censurar, y tenía ese sentido irreverente del humor”, sumó la académica, quien además agregó que la dimensión de género es otra de las contradicciones que habitan en la historia del escritor.
Situación que se contrasta, por ejemplo, con su irrestricto apoyo al voto femenino. “Durante los años 20 colaboró con el diario La Claridad de la FECH y apoyó el sufragio de las mujeres. Y son contradicciones, pero que también son las que tiene nuestro país. Él trabaja para el sufragio femenino y al mismo tiempo tiene una cosmovisión mucho más patriarcal que a lo mejor los jóvenes de hoy. Por eso también es necesario revisar su biografía”.
“Hay que entender las condiciones de la obra de quién escribió o quién investigó, pues la obra misma se abre. Porque la obra no le pertenece exactamente a la vida de quien escribe. Cortázar lo dijo: el o la que escucha es ahora la creadora y la autora. Y qué libertad más grande”, sumó.
Al revisar el lugar que ocupa su obra en la actualidad, la académica contextualiza el momento en que se publica “20 poemas de amor y una canción desesperada“, el segundo libro de Neruda que hace poco cumplió su primer centenario y que, en principio, fue concebido como un poemario cósmico.
“Es un joven de 19 años que viene de la provincia, de las regiones, a Santiago. En los años 20 se están discutiendo las leyes seculares en Chile, el que las leyes no fueran religiosas. Y es ahí donde él irrumpe como una voz de campo, rebelde, que pone sobre el tapete el cuerpo erótico, un erotismo laico. En cierto sentido, todavía es profundamente machista, eso no está en cuestión, porque toda la cultura lo era. Pero el cambio que se estaba dando era en torno a la religiosidad frente al cuerpo, esa negación del cuerpo, y Neruda insiste en el deseo, el cuerpo, la carne”, reflexionó Oyarzún.
“Es el encuentro de dos cuerpos en una sociedad que lo negaba, que pensaba en el sujeto occidental con razón y con alma, pero no cuerpo, y mucho menos tierra. Creo que hay que verlo ahí, desde el poema de su juventud. Y al mismo tiempo, en ese poema aparece un tema que es muy importante sobre todo para las ciudades nuestras, y que es la migración campo-ciudad. Este joven solitario-moderno dice ‘soy el desesperado, el que perdió todo’. Y una persona que tiene religión no piensa así. Él es una persona secular. ¿Quién no ha sentido ese dolor a la hora de partir, esa soledad existencial de las despedidas? Te lo digo yo que soy una nómada, que nací en Chile, que viajé a Estados Unidos, que fui exiliada, que no me dejaban volver y que después volví, pero Chile no era el mismo. Me hace mucho sentido esa soledad que siente uno en las despedidas, en los viajes, en las partidas”, agregó.
Y aunque ese erotismo permaneció vigente en su obra posterior, la presidenta de la fundación también destacó el vuelco materialista que tuvo su poesía, donde su compromiso político -como senador, presidente del Comité Central del PC chileno y exiliado político durante la Ley Maldita– igualmente jugó un rol fundamental.
“Cuántos de nosotros no nos sentimos identificados cuando mirábamos todos los poemas y el exilio de Neruda a caballo cruzando Los Andes. Es historia del pueblo, de nuestro pueblo. Creo que hoy tenemos la vocación nuevamente de armar estos frentes unitarios y populares con todas nuestras contradicciones y diferencias. Y lo importante es qué hacemos con las diferencias. ¿Nos vamos a mandar a callar, a negar, a matar? No… Tenemos que saber entender y escucharlas, como lo hizo Neruda con el poema ‘Que despierte el leñador, que deje de estar en guerra’, dedicado a Estados Unidos ante su impacto en la revolución mexicana. Está el peligro de la incapacidad de unirnos por ideales comunes, por los sueños“, recordó la filósofa.
Por todo eso, y al pensar en lo que podemos rescatar de la figura de Neruda en un presente como el nuestro, Oyarzún apunta no solo a la vocación pluralista de su pluma, sino también a su capacidad de escuchar.
“Yo creo que Neruda escucha. Hay un momento del ‘Canto General’ donde él dice ‘hablen ustedes por mi boca’. Diciendo ‘yo tengo que aprender a escuchar porque el «yo» mío es demasiado potente y no quiero que se borre todo lo que ustedes dicen, todas las palabras de ustedes, todos los sueños de ustedes’. El ‘Canto General’ es la entrega a las voces de las y los otros, porque también aparecen las mujeres“, afirmó.
En ese sentido, su invitación es a reencontrarse con la obra del poeta, especialmente con aquella más política representada en el “Canto General” y que, a su juicio, es la que más se ha olvidado. “Es un canto a nuestra patria grande, como diría Gabriela Mistral, a nuestra ‘matria’. A la región entera, con todas sus memorias, sus historias, sus naciones, sus culturas, sus pueblos, que somos muchos. Y de tantos que somos, casi no nos reconocemos. Como pueblo, la pluralidad es nuestra vocación de libertad.“.