Vox es un partido ultranacional, jerárquico y vertical. Con un cesarismo que somete todo al servicio del interés del mando único. Estos son algunos de los factores que han influido en la decisión de Santiago Abascal de llevarse por delante los cinco acuerdos de gobierno autonómico que firmó con el PP.
La justificación oficial es el pacto que todas las comunidades, salvo Cataluña, han revalidado para cumplir con su obligación de solidaridad interterritorial y auxiliar a Canarias, desbordada por la llegada de migrantes y por el hacinamiento de menores no acompañados. Vox exigió que el PP votara en la reunión lo mismo que ERC.
Pero el movimiento de Abascal, que deja K.O a sus cargos territoriales, no se entiende si no se introduce el factor del «ataque de testosterona», declaración textual de uno de sus diputados en Extremadura, por la decisión de Alberto Núñez Feijóo de sostenerle el órdago.
La agresividad de Abascal hacia Feijóo viene de lejos y solo confirma la mala relación que ha existido siempre entre los dos. También les pesa la presión de los resultados electorales, y que Vox se ha mirado en el ejemplo de Marine Le Pen en Francia, y puede tener la tentación de creer que debe salir del terreno autonómico, donde realmente le da igual lo que pase, para jugar el partido sólo en clave nacional y a medio plazo.
[[QUOTE:PULL|||Vox es un partido ultranacional, jerárquico y vertical, en el que sólo importa Madrid]]
Objetivo Moncloa o frenar que el PP pueda formar un gobierno en solitario estable. La tentación de pensar que, si hay repetición electoral en Cataluña, pueden utilizar como bandera el tema de la migración también debe tenerse en cuenta.
Y, asimismo, que en las últimas elecciones generales bajaron en votos. Las vascas no les fueron bien. Tampoco las gallegas. En las catalanas salvaron la cara. Y en las elecciones europeas, en comunidades en las que gobiernan, como Castilla y León, sufrieron una importante caída en porcentaje de voto.
En el mando de Vox justifican esta salida, inesperada hasta antes de ayer, en dos razones: si hay elecciones catalanas a corto plazo, la situación de los menores no acompañados les servirá para armar un discurso, y, en segundo lugar, también les da más fuerza a nivel nacional estar fuera de los gobiernos que seguir manejando presupuesto público.
Esto es muy discutible porque ahí está la «vía Monasterio», que refleja que esto de andar desestabilizando desde fuera a los gobiernos del PP, poniendo barreras a la mayoría de las iniciativas que presentan, llevó en Madrid a facilitar la mayoría absoluta a Isabel Díaz Ayuso, primero, y luego a José Luis Martínez Almeida.
Sobre Vox también está pesando mucho el nombre de Alvise Pérez, líder de Se acabó la Fiesta, y que en las europeas, peleando en el mismo nicho que Vox., irrumpió en el Parlamento comunitario con tres escaños.
La dirección nacional de Vox está obsesionada con cortarle el paso a Alvise Pérez, y esto explica también su acercamiento en Europa al primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, en la órbita de Moscú y Pekín.
[[QUOTE:PULL|||La decisión deja en estado de shock a una formación sin fortaleza orgánica territorial ]]
Pero el nuevo marco político que despeja Vox con su decisión de romper sus alianzas con el PP abre nuevas vías a los populares, que, si aciertan en el discurso y en la estrategia, pueden acabar siendo muy rentables para Feijóo.
Abascal, que en tantas ocasiones ha acabado sirviendo de balón de oxígeno para Sánchez, deja ahora de ser la excusa que pueda utilizar permanentemente el presidente del Gobierno para activar a la izquierda. También le abre una ventana de oportunidad hasta para explorar la posibilidad de una moción de censura con Junts y con PNV.
Quizás con los primeros es más fácil porque los nacionalistas vascos tienen pacto de gobierno con el PSE que puede limitar un poco más su margen de acción. Vox fue la excusa en la investidura de Sánchez para no mirar hacia el PP, pese a que en el PNV tienen más que analizado que los socialistas ya no les suman nada, y que incluso la continuidad de Sánchez en Moncloa les perjudica. Frente a lo que le está sucediendo a Bildu.
Las comunidades del PP seguirán el modelo de Madrid. No convocarán elecciones y trasladarán toda la presión sobre Vox en cada de las votaciones para retratarles como elemento de bloqueo.
Ahora habrá que ver si tiene razón Vox cuando sostiene que la migración la pueden utilizar de manera partidista para ganar espacio electoral o si la tiene el PP cuando afirma que su compromiso con la solidaridad interterritorial, como partido de Estado y de gobierno, les permitirá agrandarse por el centro.
En realidad, Vox ha dejado el gobierno de Castilla y León por la acogida de 21 menores; de la Comunidad Valenciana, por 23; de Murcia, por 16; de Aragón, por 20; y de Extremadura, por 30.
También queda el interrogante de ver cómo respira internamente Vox, una vez que se enfríe el estado de shock en el que se encuentran. El arrebato de Madrid deja sin sueldo público y sin notoriedad a dirigentes que forman parte de una maquinaria territorial que tiene muchos agujeros y debilidades. No hay barones, ni tampoco estructura de partido, en la mayoría de las comunidades, y su fuerza estaba en los cargos que ocupan.