Carlos Alcaraz no apareció por la pista 3 de entrenamiento en la jornada previa a la semifinal. Hubo paseo, vitamina N y desconexión. Una rutina que le ha venido de maravilla en los últimos tiempos pues son seis semifinales de Grand Slam en su zurrón, con solo 21 años. Mientras su rival de hoy, Daniil Medvedev , apura las últimas horas afinando las armas en la pista 10 del Aorangi Park. Seriedad en el equipo, Gilles Cervara a los mandos y el asesoramiento de Gilles Simon, enlaza dos buenos reveses y sonríe. Tan ortodoxos, alejados de los manuales de estilo porque la pelota impacta en la raqueta en paralelo a su cuerpo y no delante, como suele ser lo canónico, pero que tan efectivos son en su mano. También hay varios saques, vital para llegar hasta semifinal de Grand Slam, novena en su carrera. Hay seis antecedentes entre el ruso y el español, cuatro para el segundo, incluido el de esta misma pista, en esta misma ronda, en Wimbledon 2023 , pero saben ambos que cada uno es especial y único, como ellos. Si a Medvedev se lo conoce por esos gestos alocados, destartalados e ilegibles para golpear, pero que son resolutivos y peligrosísimos; al español se le escurren los artificios de las manos, por lo que el choque ha tomado cariz de espectáculo sin empezar. Son dos genios sin molde, capaces de dibujar virguerías con la raqueta que casi ningún otro jugador puede ni entrenar. Son los dos puro fuego, pero con ópticas distintas. Mientras al español se define por esa sonrisa que se le escapa si el puntazo es propio o ajeno, a Medvedev suelta la locura con alguna salida de tono. Mientras Alcaraz luce creatividad y explosividad, el ruso es más sistemático y meticuloso en su juego. Ante todo, hay respeto. Se han dedicado halagos y van parejos en prestaciones sobre el verde. «¿Qué hace a Carlos especial? Para ser sinceros, todo. Sobre todo la facilidad con la que golpea. En cuanto ve la oportunidad, sabes que sacará un gran golpe. Esté donde esté, te puede hacer un ganador. No hay muchos que puedan hacer eso». Alcaraz es líder en golpes ganadores, con 222, de los que 93 son con esa derecha ya liberada con la que manda sin tregua sobre sus rivales. En contraste, el ruso ha completado 182 'winners', 44 de drive. Recibió el español la alabanza con cariño y lo devolvió de revés (31 ganadores): «Me gusta que los rivales piensen eso de mí, que tengan que estar atentos a cada golpe. Y lo más difícil de enfrentarte a Daniil, lo más especial que tiene, es que es un muro. Puedes sentir que has hecho un golpe increíble, pero la pelota te va a volver. Es difícil jugar pensando que eso va a ocurrir». La estrategia de Medvedev pasará por el saque, pues lo ha impulsado hasta aquí, con 64 'aces', sexto mejor registro del torneo (y 26 dobles faltas, quinto del ranking), y así lo entiende su entrenador: «Si no sales con saque aquí, no tienes posibilidades. Es como ir a una carrera sin piernas». Pero Alcaraz va fino de servicio y de resto, pues ha puesto de moda en este Wimbledon ese resto-red que lo catapulta y desdibuja al rival, consciente de que es él quien no se puede desdibujar hoy. «Ha demostrado que encuentra soluciones para remontar. Eso hace el reto muy difícil», dice Cervara. «Es importante salir y mostrar que siempre voy a estar ahí, luchando, y trataré de complicarle la vida. Demostrarle que, gane o pierda, va a tener que pelear mucho para ganarme», zanja el ruso. Medvedev y Alcaraz, dos genios al servicio del tenis. Djokovic y Musetti lucharán después por el otro billete al domingo. Jasmine Paolini y Barbora Krejcikova jugarán la final femenina.
