Un mes después de una entrevista con la BBC en la que negó su implicación en las atrocidades cometidas por el Estado Islámico (EI) , Asma Mohammed , también conocida como Umm Hudaifa, ha sido condenada a muerte por un tribunal en Irak. Mohammed fue la primera esposa de Abu Bakr al-Baghdadi , el líder del grupo terrorista, y fue encontrada culpable de colaborar con la organización extremista y de retener a mujeres yazidíes en su propia casa, según informaron fuentes judiciales del país. Durante su matrimonio con Baghdadi, el grupo yihadista ejerció un control brutal sobre amplias zonas de Irak y Siria, en las que vivían unas ocho millones de personas. En el 2019, meses después de la derrota militar del EI en la región, Baghdadi se suicidó durante una incursión de las fuerzas estadounidenses en Siria. En ese momento, Umm Hudaifa ya había sido detenida, concretamente en Turquía en el 2018, donde vivía bajo un nombre falso, y fue extraditada a Irak en febrero de este año. En una rara entrevista desde prisión, Umm Hudaifa, compartió su relato sobre su vida con él líder del grupo e insistió en su inocencia respecto a los crímenes cometidos por el EI , incluyendo el secuestro y esclavitud de mujeres yazidíes. Mencionó que había confrontado a su esposo sobre «la sangre de esas personas inocentes» y expresó sentirse «avergonzada» y «muy apenada» por lo sucedido a las mujeres y niños yazidíes. Sin embargo, algunos yazidíes secuestrados y violados por miembros del EI han presentado una demanda civil en Irak, acusándola de complicidad en estos crímenes, acusaciones que ella niega. Nacida en 1976, Umm Hudaifa se casó con al-Baghdadi en 1999, cuando él era «religioso pero no extremista». Sin embargo, tras ser detenido por fuerzas estadounidenses en el 2004, al-Baghdadi cambió, volviéndose más radical, según dijo su esposa. Umm Hudaifa aseguró que él sufría problemas psicológicos, posiblemente debido a las torturas sexuales sufridas en prisión. Fue sometido a «algo que no podrías entender», le dijo al periodista, y añadió que «no niego que mi esposo fuera un criminal», y en su opinión, «derramar sangre injustamente es una cosa horrenda y, en ese sentido, cruzaron la línea de la humanidad», aseveró sobre el grupo terrorista , al que no sabía que pertenecería su marido. Según su versión, a pesar de sus intentos de investigar la pertenencia de su esposo a grupos militantes, no halló pruebas. En 2012, al mudarse al campo de Idlib, Siria, fue cuando se dio cuenta de que él era el líder de EI, y entonces asegura que intentó escapar pero no lo logró. La sentencia contra Asma Mohammed llega poco antes del décimo aniversario de los ataques del EI contra la minoría yazidí en Sinyar, en agosto de 2014. Estos ataques resultaron en miles de asesinatos y secuestros, con mujeres y niñas sometidas a trata de personas y abusos sexuales, una campaña que la ONU ha calificado como genocidio. Según el consejo judicial de Irak, Mohammed fue condenada por retener a mujeres yazidíes en su hogar y facilitar su secuestro por bandas terroristas del EI, de acuerdo con la ley antiterrorista de Irak y la ley de sobrevivientes yazidíes. Los tribunales iraquíes han dictado numerosas sentencias de muerte y condenas a cadena perpetua para individuos acusados de pertenencia a organizaciones terroristas en los últimos años. Sin embargo, grupos de derechos humanos han criticado estos procesos, argumentando que son demasiado amplios y frecuentemente se basan en confesiones obtenidas bajo tortura, y organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han solicitado a Irak la abolición de la pena de muerte, citando la falta de debido proceso. Investigadores de la ONU han documentado pruebas concluyentes de que el Estado Islámico cometió genocidio y otros crímenes internacionales contra la minoría religiosa yazidí. Bajo la amenaza de convertirse o morir, miles de personas fueron asesinadas y otras tantas fueron esclavizadas o sufrieron abusos brutales, incluyendo violaciones en serie. Además, el grupo terrorista fue responsable de la masacre de aproximadamente 1.700 cadetes y otros miembros del personal militar iraquí desarmados en la base de Camp Speicher, cerca de Tikrit, Irak, en 2014, un acto que fue clasificado como crimen de guerra debido a su brutalidad y a la cantidad de víctimas.