George Brassens nació en Sète en 1921. De macaquillo, fue a un colegio religioso en el que, además de aburrirse mortalmente, una profesora le encerró en un armario durante horas, labrando el odio a toda autoridad competente e incompetente. Y, sin embargo, como en todos lugares cuecen habas y abetos, un joven profesor apasionado de la literatura francesa le hizo leer a Verlaine, Baudelaire y Rimbaud. Él lo contó así: «Éramos unos brutos a los 14 o 15 años y, en ese entonces, empezamos a adorar a los poetas. ¿Te das cuenta del vuelco?». Bonita manera de contar un vuelco existencial que también fue literal, a los joyeros de las ancianas de Sète, con la banda delictiva que montó junto...
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