Los escritores nutrimos las novelas con experiencias personales, pero es difícil que los lectores puedan distinguirlas de la ficción. En cambio, los textos de carácter autobiográfico nos ponen en riesgos muy particulares. Si incluyen personas del entorno familiar, por ejemplo, corremos el riesgo de herir susceptibilidades, de que alguien se ofenda y nos haga un reclamo o incluso nos aparte de su vida. La pregunta es si vale la pena romper un vínculo afectivo por cumplir estrictamente con el pacto con la verdad que ese tipo de literatura nos demanda. Pero hay más: escribir sobre uno mismo exige una inmersión en el yo que implica un ejercicio de autoconocimiento. En ese proceso solemos descubrir que hemos creado mitologías sobre nosotros...
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