Cada día es más importante estudiar y verificar. En un mundo marcado por el acceso a internet, donde cada ciudadano puede escribir sus propias «informaciones» y dar rienda suelta a su imaginación, las noticias falsas (fake news) suelen darle la vuelta al mundo, incluso con más velocidad que las verdaderas.
¿Acaso no ha visto usted morir más de una vez a alguna celebridad o ha caído en la trampa de abrir algún enlace dejándose llevar por los titulares sensacionalistas que anuncian accidentes mortales o potentes y devastadores huracanes?
Seguramente lo ha hecho más de una vez, porque los embaucadores en redes bien saben cómo atrapar a un lector, hurgando en la sensibilidad, llamando la atención sobre temas de salud, prometiendo curas inexistentes que llegarán con solo abrir un enlace que tendrá más de engañoso o de contenido inapropiado que de cierto.
Es usual ver a diario cómo se pasan cadenas de mensajes de WhatsApp, recirculando como nuevas viejas alertas de pandemias o alertando
sobre asesinos o ladrones en serie que bien pudieran protagonizar la mejor de las películas.
Miles de sitios en internet albergan información falsa, sedienta de que el desconocimiento o la debilidad humana de quien da por cierto todo lo que lee, lleve a más lectores hasta allí, para entonces atraparlos en ese mundo de falsedad del que cuesta tanto salir a flote.
Detrás de ingenuas recetas de cocina o tratamientos milagrosos, detrás del último grito de la moda o del más reciente chisme de una celebridad, puede
esconderse un virus, contenido pornográfico o cualquier noticia engañosa, sin contar aquellos que con titulares sensacionalistas acaparan likes y visualizaciones de sus páginas para generar ingresos económicos.
A ese peligro ya latente vino a sumarse la Inteligencia Artificial, con su capacidad de falsear mucho más la realidad, incluso gráficamente, para reforzar el concepto de que una imagen vale más que mil palabras.
Estudios de prestigiosas universidades del mundo señalan la mentira en redes sociales como algo común: desde perfiles falsos hasta personas que, siendo verdaderas, muestran un perfil inexistente, solo para encajar en un grupo, aparentando ser lo que no son.
Las nuevas tecnologías y sus beneficios son incuestionables, pero para que sus efectos sean positivos, se requieren usuarios capacitados para discernir entre la realidad y esa ficción que a veces se nos presenta delante como cierta.
Ante cada cosa que leamos hoy, urge el ejercicio de la duda, ese que implica no dar por cierto nada sin antes comprobar, buscar la noticia en otros sitios, leer los comentarios que ha generado y aplicar incluso la lógica.
Antes de dar Me gusta, comentar o compartir, también debemos ser responsables, para no volver a desaparecer a alguien que ya está a salvo en casa, para no matar a un vivo, ni tampoco generar caos con accidentes que no han ocurrido.
Internet es un espacio virtual, pero implica también responsabilidad y respeto a la verdad. Hacia allí no podemos trasladar la falsedad, porque corremos el riesgo de seguir desvirtuando la historia que luego buscarán nuestros hijos y nietos. Para ellos será bien difícil mañana saber las verdades de este siglo, marcado por la mentira y el caos de unas redes cada vez más ficticias.