En junio pasado, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) experimentó un repunte de 0.38 por ciento mensual, por lo que aumentó por arriba del 0.29 por ciento previsto por los analistas consultados por Bloomberg.
Con redondeo de cifras, la inflación general escaló a cinco por ciento anual, con lo que se observó una fuerte aceleración desde 4.7 por ciento anual en mayo, según los resultados del INPC publicados ayer por el INEGI.
Esta inflación anual es la más elevada desde hace 12 meses –junio de 2023– y fue impulsada por el aumento en los precios de las frutas y verduras, que se han visto afectados por factores climáticos, principalmente las condiciones de sequía que persistieron recientemente en México.
Los precios del chayote subieron 128.6 por ciento en el mes y los de la naranja, 31.4 por ciento, cifras sorpresivas para los analistas. Estos dos productos explicaron más del 40 por ciento de la inflación mensual en junio.
Lo preocupante es que la inflación general aumentó de 4.8 a 5.2 por ciento anual entre la primera quincena de junio y la segunda mitad del mes ante un incremento en la no subyacente, que pasó de 6.7 a 8.6 por ciento anual de una quincena a otra.
El componente subyacente, que refleja mejor la tendencia de la inflación, registró en junio un incremento de 0.22 por ciento mensual.
Con esto, pasó a 4.1 por ciento anual, su mínimo desde marzo de 2021, replegándose además desde 4.2 por ciento en mayo pasado y desacelerando por 17 lecturas mensuales consecutivas.
Un reto importante para el Banco de México es si la subyacente llega a mostrar resistencia a disminuir por debajo de 4 por ciento anual en los próximos meses.
En su interior, la inflación anual de las mercancías desaceleró a 3.3 por ciento anual; por su parte, la de los servicios prácticamente permaneció en 5.2 por ciento.
Además de que se sigue observando un comportamiento dispar entre estos dos rubros, la inflación de los servicios se mantiene en niveles elevados y se resiste a disminuir de 5 por ciento anual desde hace dos años.
El índice de precios no subyacente, que incluye los productos más volátiles y las tarifas autorizadas por el gobierno, repuntó 0.87 por ciento mensual en junio, la lectura más alta desde enero.
Además, aceleró de 6.2 a 7.7 por ciento a tasa anual, siendo su mayor incremento desde octubre de 2022.
En su interior, los precios de los productos agropecuarios escalaron a una tasa anual de 10.4 por ciento en junio desde 8.4 por ciento en mayo.
Dentro de este último componente, la inflación anual de las frutas y verduras repuntó de 18.6 a 19.7 por ciento de un mes a otro.
La inflación de las frutas y verduras, que había registrado presiones significativas entre diciembre y enero pasados, se redujo en febrero y marzo, pero repuntó nuevamente en abril, mayo y junio derivado de factores climáticos externos.
El Banco de México sigue anticipando que la inflación general converja a la meta de 3 por ciento anual en el cuarto trimestre de 2025.
Dicho por el banco central, esta previsión está sujeta a riesgos al alza, como una persistencia de la inflación subyacente; una mayor depreciación cambiaria; mayores presiones de costos; afectaciones climáticas, y un escalamiento de las tensiones geopolíticas.
Los resultados del INPC publicados ayer por el INEGI confirman que el balance de riesgos para la inflación no sólo está sesgado al alza, sino que se ha deteriorado.
Tan es así que Jonathan Heath, subgobernador de Banxico, publicó en su cuenta de X que: “La inflación general llegó a 4.98 por ciento en junio, la inflación más elevada de los últimos 12 meses. En el margen, la tasa anual de la segunda quincena de junio registró 5.17 por ciento. Muy preocupante”, anotó.
La convergencia puntual a la meta de inflación se ha venido retrasando por parte del banco central.
Si Banxico ‘patea el bote’ de la convergencia más allá de 2025 o si ésta es más lenta de lo previsto, se hace necesario mantener la postura monetaria en terreno restrictivo por más tiempo.
Un recorte en la tasa de referencia tendría que estar fuera de la mesa en la reunión de política monetaria de principios de agosto, pues un mensaje equivocado al mercado le puede restar credibilidad al banco central.