El nuevo primer ministro británico, Keir Starmer, pidió este martes a los nuevos parlamentarios que colaboren en su proyecto de «renovación nacional» y dejen atrás un estilo de hacer política egocéntrico durante su primer discurso en la reapertura de Westminster tras las elecciones, donde los laboristas consiguieron una amplia mayoría absoluta poniendo fin a catorce años de era conservadora.
«Tenemos la oportunidad y la responsabilidad de poner fin a una política que con demasiada frecuencia ha parecido interesada y obsesionada con sus propios intereses. Y reemplazarlo por la política servicio», matizó. «Porque el servicio es una condición previa para la esperanza y la confianza, y la necesidad de restablecer la confianza debería pesar mucho sobre cada diputado, tanto para los nuevos para los que regresan. Todos tenemos el deber de demostrar que la política puede ser una fuerza para el bien», añadió desde su nuevo puesto en la Cámara de los Comunes. Se trata de la más «diversa en raza y género» de la historia de Reino Unido, según alabó, y con el mayor número de miembros de la comunidad LGTBI «del mundo».
El jefe del Ejecutivo intervino después de que los diputados reeligieran por unanimidad a Lindsay Hoyle como presidente de la Cámara Baja, cargo al que accedió inicialmente en 2019. La elección del «Mr. Speaker» es, por tradición, una ocasión en gran medida jovial, que se realiza bajo el liderazgo del diputado más veterano, título informal que ahora ostenta el conservador Edward Leigh, de 73 años, edad que contrasta con los 22 años del parlamentario más joven, el laborista Sam Carling.
Starmer también elogió a Diane Abbott, la primera mujer negra en entrar en los Comunes en 1987 convertida ahora en la diputada con más años de servicio continuo. Fue un momento incómodo por las disputas internas que habían tenido durante la campaña al poner en duda si esta podría ser candidata laborista por un polémico artículo donde sugirió que los «judíos y los gitanos» no habían sufrido racismo como ella.
Por su parte, Rishi Sunak habló por primera vez desde los bancos de la oposición, de cara al atril gubernamental en el que se encontraba hace solo siete semanas, y rodeado por tan solo un reducido grupo de 121 parlamentarios conservadores a su lado. Son muchos «tories» los que han perdido el asiento tras la aniquilación de los comicios, incluidos aquellos que eran ministros. Otros han dimitido, como David Cameron, que renunció ayer a continuar como portavoz de Exteriores de los conservadores, una vez que su formación ha perdido las elecciones generales.
Sunak, que se encuentra tan solo como líder «tory» interino hasta que encuentren un reemplazo tras presentar su renuncia, siguió la línea de su discurso de despedida al abandonar Downing Street y ayer, de nuevo, felicitó a Starmer por su victoria dejando claro que tienen «gran respeto» el uno por el otro, pese a las discusiones de campaña.
Acto seguido, volvió a pedir perdón a los parlamentarios que no habían regresado a la Cámara de los Comunes tras cosechar los peores resultados en la historia del Partido Conservador. «Hemos perdido demasiados representantes diligentes y con espíritu comunitario, cuya sabiduría y experiencia se perderán en los debates y discusiones que se avecinan», matizó Rishi Sunak.
La formación todavía se encuentra en gran medida en la etapa de adormecimiento del duelo. Pero todo apunta a que, tras el proceso de primarias, dará un giro más a la derecha a fin de recuperar a los votantes del núcleo duro que les han abandonado ahora por el populista Nigel Farage, que consiguió, a su octavo intento, irrumpir finalmente en Westminster con cinco escaños con su nueva formación, Reforma, pese a que el sistema electoral británico dificulta sobremanera la entrada de nuevas formaciones.
Farage, protagonista del Brexit, fue recibido con abucheos cuando pronunció ayer su primer discurso en la Cámara Baja. Fiel a su estilo provocador, dijo al «Mr. Speaker», Lindsay Hoyle, que era mejor que «el hombrecito que estuvo allí antes que usted», en referencia a John Bercow, a quien acusó de haber deshonrado «terriblemente» su cargo y hacer todo lo posible «para anular el mayor resultado democrático en la historia del país», durante los largos debates que tuvieron lugar tras un histórico divorcio que los propios parlamentarios no supieron afrontar.