Al conocido chef Mario Sandoval brindó Castella el primero de la tarde. Mario es amante de la Fiesta, hermano de torero, Rafael, y gran conocedor de la carne de lidia. Tanto como para hacer delicias directas al paladar y ser capaz de convertirlas en delicatessen. Nada como el valor de un buen cocinero para despejar las dudas y encontrar manjares donde la mayoría no ven. Eso es talento. En una barrera de esta inmensa plaza disfrutaba Sandoval de la locura sanferminera, que en su identidad propia ha encontrado la mina de oro y llenazo tras llenazo cada tarde.
A Sandoval brindó Castella ese toraco de Victoriano del Río, muy abierto de pitones, pero con buen fondo y ritmo. Castella anduvo con ganas con el Victoriano, a pesar de que diseñó la faena muy similar a otras tardes y enseguida se metió entre los pitones. Cercanías y una espada sin tino.
De media arrancada y más sucia fue la embestida del cuarto. Castella estaba por allí, sobrado con el oficio que tiene y en una de esas el toro lo cogió. El capotillo de San Fermín fue un hecho y se salvó, que no es poco. Se levantó como si nada y siguió, pero no había mucho que hacer.
Mérito tuvo cómo Emilio de Justo le metió la mano al segundo, que tenía una enormidad de pitones y playeros. Es decir, eso era un parapeto para hacer la suerte suprema. La hizo. Demoró el toro… El animal, con todo lo grande que era, tuvo un pitón derecho de mucha calidad que el diestro vio enseguida y quiso sacar partido en varias tandas ligadas. Al natural no tenía tanta entrega y de ahí que De Justo exprimiera el diestro incluso sin la ayuda. Todo que tenía tan buena pinta se torció al tardar en caer el toro y no tener la habilidad (pasa otras tardes y hay que saber que estamos ya en otros tiempos) de demorar la muerte.
El quinto no se le resistió y la espada, a la primera también, fue efectiva. Y así Emilio de Justo logró su primera Puerta Grande de Pamplona. Dejaba atrás una faena a otro toro bueno, que embistió con repetición y ritmo a la muleta del diestro. Sin pensárselo, franco y bravo. Lo supo De Justo y no perdió el tiempo en una faena ligada, ahí encontró su valor en una labor compacta. El doble premio esta vez no se escapó.
Bravo fue en el caballo el tercero. Y en la muleta. Le costaba un punto más el último tramo del muletazo, pero tuvo faena. Ginés apostó por la espectacularidad de comenzar de rodillas e incluso se lo pasó por la espalda de esa guisa. Miedo. Luego faltó limpieza en el trazo para que aquello tuviera más contundencia y no fuera una suma de muletazos en la corrección. Las manoletinas y la estocada hicieron el resto para el trofeo.
Sin humillar el sexto ni le dio opciones a Ginés, que además de no entregarse se quedaba corto. Lo pasó por uno y otro pitón sin más. Este no había sido el toro, pero hubo algunos de Victoriano, que habían sido veloces por la mañana en el encierro, pero tuvieron velocidad de triunfo.
Martes 9 de julio de 2024. Plaza de toros de Pamplona. Quinta de San Fermín. Lleno de "No hay billetes".
Se lidiaron toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés (6º), desiguales y serios. Buenos los tercero, quinto y, sin fuelle, el primero; de buen pitón derecho el segundo, de media y pegajosa arrancada el cuarto, y complicado el sexto.
Sebastián Castella, de grana y plata, dos pinchazos, estocada y aviso (silencio); y cuatro pinchazos, media, aviso, descabello, aviso (silencio).
Emilio de Justo, de verde botella y oro, estocada (palmas); y estocada (dos orejas).
Ginés Marín, de pistacho y plata, estocada desprendida (oreja); y estocada (silencio).