Europa contiene la respiración. La UE está pendiente de lo que ocurra este domingo en las elecciones legislativas en Francia, la segunda economía, un país fundador del club y una suerte de líder moral en términos políticos. El país de ‘la libertad, la igualdad y la fraternidad’ puede entrar en un terreno desconocido hasta ahora si la ultraderecha de Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) de Marine Le Pen, euroescéptico y xenófobo, se hace con la victoria.
Según la última estimación de Ipsos, el partido de extrema derecha pasará de los 89 diputados actuales a entre 175 y 205 escaños, convirtiéndose en la principal fuerza política del Parlamento por primera vez —aunque lejos de los 289 que marcan la mayoría absoluta—. En segundo lugar queda el Nuevo Frente Popular, la alianza progresista entre La Francia Insumisa, Partido Comunista, Verdes y Partido Socialista, que conseguiría entre 145 y 175 diputados. La coalición liderada por el presidente Emmanuel Macron sufre un tremendo golpe, pasando de 247 escaños a entre 118 y 148 en el mejor de los casos. Por último, Los Republicanos, la derecha tradicional, se mantiene en cuarta posición con una horquilla de entre 57 y 67.
“En el caso de que [Agrupación Nacional] no tenga mayoría absoluta, que es lo que parece, el Parlamento será un verdadero caos. No veo que se pueda construir una coalición con RN ni con una izquierda bajo la influencia de Mélenchon [líder de la Francia Insumisa]”, explica a elDiario.es Jean-Yves Camus, politólogo, director del Observatoire des Radicalités Politiques y uno de los grandes expertos franceses en extrema derecha.
“Me temo que entraremos en una crisis institucional que se puede convertir en una crisis constitucional si por ejemplo Mélenchon pide la dimisión de Macron, tal y como ya ha anunciado, y este se niega, que es lo más probable”, dice. “Si ya ha sido difícil con un RN con 89 escaños, será mucho más difícil con un RN casi el triple de grande”.
En Bruselas la preocupación es muy elevada, aunque se ha impuesto el silencio. En buena medida porque el discurso del Rassemblement National bebe del euroescepticismo y también por la neutralidad en los procesos electorales que se le presupone a la Comisión Europea.
Los socialistas Pedro Sánchez y Olaf Scholz han sido los jefes de Gobierno que más claramente han hecho sonar la voz de alarma. “Espero por el bien de Francia que el acuerdo entre los partidos y la movilización de la Francia progresista frenen a la ultraderecha, como hicimos en España. Frente a la ultraderecha no debe haber colores sino demócratas”, expresó el español. Ambos se han mostrado preocupados por el auge de la extrema derecha y más en un país como Francia, cuyo peso en la UE es enorme y su voz fundamental para el funcionamiento de la maquinaria que en general se engrasa a partir del eje franco-alemán que quedaría resquebrajado con la ultraderecha nacionalista en uno de los lados.
Quienes sí han celebrado el ascenso del partido de Le Pen han sido los dirigentes de la ultraderecha europea, como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, o el líder de la Liga, Matteo Salvini. Giorgia Meloni, que ha logrado un cierto blanqueamiento en la UE, especialmente del PPE, como interlocutora válida para armar la nueva mayoría de Ursula von der Leyen frente al antiguo cordón sanitario, ha mantenido un perfil más bajo. La líder de los Fratelli d’Italia ha rechazado la invitación de Le Pen de formar un ‘supergrupo’ en la Eurocámara y la rivalidad por la hegemonía de la extrema derecha se ha agudizado.
Mientras tanto, en la ciudad de París no hay ambiente electoral, pero sí hay mucho miedo. En la Plaza de la República, convertida en símbolo de protestas en la capital, la enorme estatua lleva una camiseta con los colores del NFP que anima a los franceses a votar para impedir un gobierno de extrema derecha. De las 18 circunscripciones de la ciudad —cada una de ellas manda un diputado a la Asamblea—, 10 ya se decidieron en la primera vuelta para candidatos del Nuevo Frente Popular (NFP, por sus siglas en francés) —si un candidato supera el 50% del voto no hay segunda vuelta—. En las otras ocho hay desempate, cuatro de ellas con ventaja del NFP y otras cuatro de la coalición de Macron. La extrema derecha prácticamente no existe en la capital y solo tiene un candidato presente en la segunda vuelta.
La sensación es totalmente diferente cuando uno sale de París hacia la gran mancha negra de dominio de Agrupación Nacional. Amal, española, es funcionaria en la ciudad de Dreux como profesora de español en un colegio. “No la necesito, pero hace unos meses conseguí la nacionalidad francesa especialmente porque quería votar y veía el crecimiento de Marine Le Pen”. Muchos se acuerdan, además, que los últimos sondeos en 2022 daban a RN entre 20 y 50 escaños y acabaron consiguiendo 89.
El resultado electoral podría acabar con una ‘cohabitación’ inusual, aunque no inédita, entre el presidente liberal Emmanuel Macron y un Gobierno liderado por un primer ministro de otro partido. Lo que inquieta en la UE es que ese jefe del ejecutivo sea Jordan Bardella, el ‘delfín’ de Le Pen, que ha usado sus años en la Eurocámara para ganar popularidad política en Francia. Bardella ha señalado que solo sería primer ministro si su partido logra la mayoría absoluta, lo que no parece probable.
“Hemos tenido cohabitaciones difíciles entre el Partido Socialista y los conservadores con Mitterrand y Jacques Chirac, pero ambos defendían el Estado de derecho. La gran diferencia es que Agrupación Nacional quiere cambiar los valores principales de nuestras instituciones y nuestra constitución y eso acabaría en un choque frontal con el presidente”, dice Camus.
Además, el peso de la extrema derecha podría incrementarse sustancialmente en la UE si Agrupación Nacional llega al Gobierno. Macron seguirá siendo el que se siente con el resto de los líderes en el Consejo Europeo, pero los ministros lo harán en las reuniones sectoriales del Consejo de la UE. Y si Francia se suma a Italia, Holanda, Hungría y República Checa —todos ellos en manos de los ultraconservadores— rozan la minoría de bloqueo.
“Aunque Macron seguiría acudiendo a las reuniones del Consejo Europeo, reuniéndose con sus homólogos extranjeros y marcando la dirección general de la Unión Europea, son los ministros de Exteriores y Defensa los que acuden a reunirse con sus colegas internacionales en Bruselas. Esto podría dar lugar a mensajes contradictorios desde París”, señala en un artículo Ulrike Franke, investigadora del European Council of Foreign Relations (ECFR).
Eso sería un shock, especialmente viniendo del país de la diplomacia por antonomasia. La política exterior y de defensa la seguirá marcando, en principio, Macron, un convencido europeísta, pero chocará con el gobierno de un partido que abiertamente se opone a algunas cuestiones clave de la agenda de la UE. “Agrupación Nacional podría verse tentado a imponer voces nacionalistas que Macron encontrará difíciles de digerir. Estos ministros nacionalistas podrían luchar duramente en cuestiones clave que están en desacuerdo con la política de Macron, pero que son fundamentales para su legado”, analizan los expertos Célia Belin (del ECFR) y Mathieu Droin (del Centro para Estudios Internacionales y Estratégicos).
“Uno de ellos es la ampliación de la Unión Europea para incluir a Ucrania, Moldavia y los Balcanes Occidentales, una causa de la que Macron se ha convertido en uno de los más firmes defensores en Europa y que Agrupación Nacional rechaza enérgicamente”, agregan.
“Me opongo a cualquier ampliación de la Unión Europea. No quiero ver morir la agricultura francesa, ni quiero que los franceses paguen cada vez más impuestos para financiar la entrada de nuevos países en la Unión Europea”, dijo recientemente Le Pen en una entrevista en la que hacía toda una declaración de intenciones contra una de las decisiones geoestratégicas que la UE se ha comprometido a impulsar en lo que queda de década y que requiere unanimidad de los 27, al igual que la mayoría de cambios en el club comunitario relativos a la integración, que sería más difícil con un partido euroescéptico en una de las principales capitales.
La ampliación tiene por ahora más de simbólico, pero en el corto y medio plazo la mayor preocupación en la UE es el apoyo a Ucrania frente a Rusia, que requiere en la mayoría de temas el consenso de los 27. Hasta ahora han ido logrando sortear los vetos de Orbán. Y Meloni se ha sumado a la mayoría pro-Ucrania sin cuestionarla. También Bardella ha apoyado la ayuda militar para Kiev frente a los lazos de su jefa de filas con Putin. No obstante, lo ha hecho con matices y en la Eurocámara votó en contra del presupuesto que incluía la ayuda de 50.000 millones para Ucrania, entre otras. Esta semana, el Gobierno de Putin ha dado su apoyo al partido de Marine Le Pen en la segunda vuelta electoral.
Que esas voces vayan ganando terreno genera aún más inquietud al tiempo que cobra fuerza la idea de volver a tener a Donald Trump en la Casa Blanca en un momento en el que la UE ve fundamental que Ucrania resista el ataque de Vladímir Putin.
Un gobierno de la ultraderecha en Francia marcaría un antes y un después en las relaciones que hasta ahora ha habido en la UE, donde ha coexistido una mayoría holgada de populares, socialistas y liberales que hoy se ve desafiada, además, por la irrupción de una fuerza que siempre había estado aislada y que amenaza con romper esa convivencia.