Antes, cuando un sueldo servía para criar a una familia, los hombres de la casa miraban con nervio y entusiasmo el tiempo de quedarse solos en Madrid. La clase media era abundante, se tenía una segunda residencia, y si no se podía permitir, existía el pueblo de origen o los abuelos que reclamaban verse con sus nietos. Con un sueldo medio, un trabajador podía alimentar a una familia de dos y tres retoños, un coche a plazos, vacaciones en la playa e incluso permitirse el lujo de seguir fichando el mes de julio con la familia puesta en otro punto de la geografía española. Los bares se llenaban de señores, los restaurantes de mesas para cuatro, alguno echaba una canita...
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