En septiembre de 1870 dos mujeres fallecen en Alicante. Se han bajado en el puerto de un vapor que venía de Barcelona. Tienen 80 y 40 años y han vomitado «materiales negruzcos» (sic). A ese síntoma también se le une el frío intenso y el color marcadamente ictérico. Son las pacientes cero de la fiebre amarilla en Alicante, una epidemia que se llevaría por delante a algo más de un millar de alicantinos. Conocedor del caos en su ciudad, un chaval de 21 años que estudia Medicina en Madrid vuelve a Alicante. Responde al nombre de Evaristo Manero Mollá.