Tenemos un antiquísimo vínculo con la paloma. Para los griegos, símbolo de amor. Para los egipcios, ave mensajera. Para los judíos, modesto animal ofrecido en sacrificio . Ya entonces destaca como enseña de la paz y del anhelo de Dios. En la Biblia suma decenas de menciones y aparece en momentos cruciales, desde el final del diluvio al bautismo de Jesucristo, en forma visible del Espíritu Santo. En nuestro solar ibérico, Don Quijote podía permitirse el capricho de comer algún palomino de añadidura los domingos, es decir, carne selecta de ave, procedente a buen seguro de algún palomar propio. Aquí enlazamos con esa singular construcción que es parte consustancial del paisaje, ejemplo de la arquitectura popular en comarcas como Tierra...
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