En los años 50 y 60 del Siglo pasado la construcción de presas fue un todo un símbolo de prosperidad económica. Nada visibilizaba mejor la buena salud de la inversión pública, el avance tecnológico y el despliegue de la red energética en España que aquellas gigantescas obras hidráulicas. Unas infraestructuras que cambiaron, además, la vida de las poblaciones cercanas a sus emplazamientos, insuflando un importante empujón a su economía y proporcionando empleo directo e indirecto a sus habitantes. No sólo era la presa, era una lámina de agua donde bañarse, pescar, dar paseos, reg ...