Cambio de ciclo en Downing Street. Los laboristas de Keir Starmer cosechan una aplastante mayoría absoluta que pone fin a una era de catorce años de un Gobierno conservador que mostraba ya claros signos de fatiga. Reino Unido, uno de los primeros países en Occidente en sucumbir al radicalismo populista votando en 2016 a favor de un Brexit que resultó ser caótico, opta ahora por un centrista serio que promete estabilidad.
Todas las encuestas adelantaban el triunfo de la marea roja. Pero, aunque más que esperado, no por ello deja de ser trascendental. En los últimos comicios de 2019, los laboristas cosecharon su peor resultado desde 1935. Incluso los distritos del Muro Rojo del norte de Inglaterra les abandonaron por un excéntrico Boris Johnson con su promesa de ejecutar la salida de la UE.
Pero Starmer –hijo de una familia de clase obrera que luego obtuvo el título de «Sir»– por su buen hacer en su etapa previa a la política como abogado, se alejó del radicalismo de su predecesor, Jeremy Corby, y ayer se hizo con una mayoría similar a la épica conseguida en 1997 por Tony Blair. Al cierre de esta edición, el escrutinio total no había terminado. Pero los laboristas tenían 412 asientos (de los 650 en juego) frente a los 121 de los «tories», una auténtica humillación en la ilustre historia del Partido Conservador.
Por su parte, los liberal demócratas vuelven a ser el tercer partido más votado después de casi una década de oscuridad cuando los votantes les castigaron duramente tras su participación en el Gobierno de coalición con conservadores de 2010-2015. Mientras que el otrora poderoso Partido Nacional Escocés (SNP) sufrió una auténtica aniquilación. No queda ya ninguna posibilidad de un nuevo referéndum de secesión.
La victoria de Starmer en Reino Unido contrarresta la tendencia de declive del centro izquierda en muchas otras economías occidentales. Un número creciente de votantes en países como Francia, Italia y Alemania han abrazado a la extrema derecha en las últimas elecciones. En Francia, el partido de Marine Le Pen está a un paso de hacerse con el poder en las elecciones parlamentarias. Con todo, esa tendencia también ha dejado su huella en Westminster, con el populista Nigel Farage quien logra meterse (a su octavo intento) en la Cámara de los Comunes, con su grupo Reform UK.
Tremendamente celoso de su vida privada, Starmer llegó ayer a Downing Street acompañado solo de su mujer Victoria, sin querer que sus dos hijos adolescentes, a los que ni siquiera les cita por su nombre, aparecieran ante los focos para que así pudieran seguir con su anonimato.
Con una mayoría tan aplastante, podría haber adoptado un tono ligeramente triunfalista. En cambio, en su primer discurso frente a la mítica puerta negra del Número 10, se mantuvo cauto. «Con respeto y humildad los invito a todos a sumarse a este Gobierno de servicio al pueblo», matizó.
El manifiesto electoral de Starmer era simple: «Cambio». Sin más añadiduras. Porque esto era precisamente lo que definía esta cita con las urnas. Los laboristas son conscientes de que no entusiasman. Los británicos simplemente querían echar a un Partido Conservador que, tras cinco primeros ministros, había convertido el caos en una constante.
El populista Farage consiguió arrebatar votos a los laboristas en algunos distritos de clase obrera, donde sigue calando el mensaje de que los inmigrantes quitan trabajos a los británicos y saturan los servicios públicos. Asimismo, otras muchas circunscripciones con alta población musulmana donde tradicionalmente habían ganado los laboristas optaron ahora, sin embargo, por candidatos independientes pro Palestina.
Lo primero que hizo Starmer fue anunciar su primer Gabinete, al que ha llamado al círculo más cercan que le he acompañado en la oposición, con Angela Rayner como viceprimera ministra y Rachel Reeves como titular de Economía, la primera mujer al frente del Tesoro británico. Mientras, David Lammy será el responsable de Exteriores, John Healey encabezará Defensa, Yvette Cooper asumirá Interior y el coordinador de la campaña laborista, Pat McFadden, dirigirá el Ministerio del Gabinete (comparable a Presidencia) como canciller del Ducado de Lancaster. El exlíder laborista Ed Miliband ocupará la cartera de Energía. Rayner, del ala izquierda, ya era lugarteniente de Starmer.