Las encuestas a pie de urna conceden a Starmer una amplia mayoría parlamentaria y una debacle histórica a los conservadores
Comienzo de nueva era en Reino Unido. Los laboristas ganarán de forma aplastante las elecciones generales con una mayoría de 170 votos, según la encuesta a pie de urna de la BBC, ITV y Sky, que tradicionalmente ha sido bastante acertada. Si el pronóstico se cumple, significa que Keir Starmer se convertirá en primer ministro con 410 parlamentarios laboristas, algo menos del triunfo de Tony Blair en 1997, pero igualmente épico. Por su parte, el Partido Conservador, hasta ahora la máquina electoral más potente de la política británica, caerán a 131 diputados, su cifra más baja en la historia de la posguerra. Está por ver si el propio Rishi Sunak conserva su escaño. Fin de una era tras catorce años en el poder y un legado marcado por un Brexit que no ha repuntado la economía ni ha recuperado el control de la fronteras.
Los tories han sido devorados por el populista Nigel Farage con su Reform UK. Pese a que el sistema electoral británico hace realmente difícil la entrada de nuevas formaciones a la Cámara de los Comunes, el partido de derecha radical obtendría 13 diputados. A su octavo intento, el enfant de la política británica, consigue finalmente su escaño en Westminster. Sin asiento, ya en los últimos años había hecho bailar a los partidos mayoritarios bajo su batuta. Fue su popularidad con el UKIP -su primer proyecto político- lo que llevó al Gobierno conservador de David Cameron a convocar el referéndum del Brexit. Por lo tanto, con su entrada ahora en la Cámara Baja tomará, aún más influencia. Su irrupción tendrá tremendas repercusiones en la dirección que tome ahora un Partido Conservador que se encuentra a la deriva, girando, casi con toda seguridad, a la derecha radical en las primarias que se prevén tras la más esperada dimisión de Sunak.
Por su parte, se prevé que los demócratas liberales ocuparán el tercer lugar con 61 diputados. Y el Partido Nacional Escocés, que había dominado la política en Edimburgo las dos ultimas décadas, verá caer su número de diputados a 10. Un segundo plebiscito de secesión, su gran demanda tras el Brexit, es ya imposible.
En los últimos días de campaña, el laborista Keir Starmer, explicó que desde hace años evita trabajar después de las seis de la tarde los viernes para pasar tiempo con su familia. “Mi mujer y yo hemos establecido una estrategia y trataremos de cumplirla, que consiste en reservar un tiempo realmente protegido para los niños. Hay algunas excepciones, pero eso es lo que hacemos”, matizó en una entrevista a Virgin Radio. Desde luego que este viernes la familia tendrá que cambiar de rutina. Porque no todos los días se muda uno a Downing Street.
El manifiesto electoral laborista es simple: “Cambio”. Sin más añadiduras. Porque esto es precisamente lo que definía esta cita con las urnas. Los laboristas son conscientes que no entusiasman. Los británicos simplemente querían echar a un Partido Conservador con claros signos de agotamiento.
Tras su triunfo, lo primero que quiere hacer Starmer este viernes es reunirse con su gabinete, en el que Rachel Reeves, se convertirá en la primera mujer en ponerse al cargo del Tesoro en la historia de Reino Unido. Educada en el rigor presupuestario después de su paso por el departamento de Estudios del Banco de Inglaterra, promete un gobierno “que sea pro-trabajadores y pro-empresas, sabiendo que cada uno depende del éxito del otro”.
Sería injusto no tener en cuenta la pandemia y las guerras que marcan ahora el tablero geopolítico, pero la realidad es que las finanzas públicas que heredan ahora los laboristas no gozan de buena salud. La deuda pública se ha disparado y como porcentaje del PIB, los impuestos están en su nivel más alto en 70 años.
El conservadurismo había dominado la historia de Westminster, por lo que Starmer -el primer laborista que se mudará a Downing Street desde 2010 - tendrá ahora que convencer a los británicos que no tienen que temer un retroceso hacia el socialismo radical.
En 1997 -cuando se vivió otra histórica victoria laborista como la que se espera ahora- Tony Blair intentó disipar temores similares declarando: “Hemos sido elegidos como Nuevo Laborismo y gobernaremos como Nuevo Laborismo”. Y ahora Starmer -que nada tiene que ver con su radical predecesor, Jeremy Corbyn, apodado como el Pablo Iglesias británico- se hace eco exactamente de las palabras de su mentor: “Hemos hecho campaña como un Partido Laborista renovado y gobernaremos como un Partido Laborista renovado”.
Nadie sabe aún con certeza qué significa el Starmerismo, pero sí pasa por estrechar de nuevo relaciones con Bruselas tras los turbulentos años del Brexit. En la recta final de la campaña, David Lammy -convertido ahora en el responsable de la diplomacia británica- se reunió con los corresponsales en un encuentro organizado por la Asociación de Prensa Extranjera y señaló que quieren “reconstruir una relación de confianza” con el bloque. “Tenemos que pasar la página del rencor y la amargura que vivimos en el pasado. Queremos ver un continente europeo en el que haya crecimiento y prosperidad para todos los europeos. Y Reino Unido es parte fundamental en ese futuro. Por eso nos proponemos iniciar conversaciones con nuestros colegas europeos desde la buena fe”, aseguró.
El Acuerdo de Comercio y Cooperación -el conocido por pacto de divorcio firmado en su día por Boris Johnson- contempla su propia revisión en 2025. Y los laboristas no quieren desaprovechar la oportunidad. La próxima reunión el 18 de julio de la Comunidad Política Europea, en la que Reino Unido actuará como anfitrión ante 47 líderes tanto dentro como fuera de la UE, será una gran carta de presentación para el nuevo inquilino de Downing Street. Aunque antes hay otra cita importante en el calendario con la OTAN, que celebra su próxima cumbre en Washington el 9 de julio.
En definitiva, Starmer había dicho a sus amigos que quería asistir a la final de la Eurocopa en Berlín el 14 de julio si Inglaterra llega tan lejos. Y en una señal de que su determinación se extiende más allá de su vida profesional hacia la personal, añadió: "He jugado al fútbol casi todas las semanas desde que tenía 10 años y no voy a parar ahora". Pero quizá deba empezar a cambiar sus rutinas ahora que tiene a un país que liderar con una economía en horas bajas, una sanidad pública en plena crisis y unas relaciones con la UE que reparar. Todo bajo los desafíos geopolíticos de dos guerras que amenazan cambiar fronteras geográficas y una eventual victoria de Donald Trump en Estados Unidos, el aliado histórico de Londres.
