Entre 1347 y 1353, la
peste negra se cernió sobre Europa, eliminando hasta la mitad de su población en un devastador barrido. En
España, el impacto de esta pandemia se sintió con particular virulencia en sus ciudades, estratégicamente ubicadas en el núcleo de una extensa red de rutas comerciales y de
peregrinación. Esta centralidad propició un florecimiento económico en tiempos de bonanza, pero también hizo que estas urbes fueran especialmente vulnerables al avance implacable de la enfermedad, transformando radicalmente su demografía, economía y estructura social en un puñado de años.
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