Tocó la pared, se giró y... no pudo contener las lágrimas. Pero no eran de felicidad. Jessica Vall vio en el marcador que se había quedado fuera de los Juegos Olímpicos por dos centésimas. Diez días después, vuelve a haber lágrimas, pero sí son de alegría, pues la Federación Internacional de Natación le ha concedido una invitación para que participe en París 2024, sus terceros Juegos Olímpicos después de Río 2016 y Tokio 2020. Con 35 años, la nadadora había alargado su carrera en el agua con un esfuerzo extra que le permitiera despedirse de la natación en la mayor cita que puede tener este deporte. Volvió a trazar una planificación compleja, trabajo, disciplina, vida. Pero el objetivo estaba al alcance: clasificarse para la prueba de 200 braza. Se había empleado a fondo para ello. Se lo había tomado como un regalo y no como una obligación. Y, liberada de esa presión, había conseguido unos resultados magníficos que la impulsaron en este último tramo. Con esa confianza se lanzó a por todas este pasado junio, en los Trials de Son Hugo, en Mallorca, donde el grueso de la delegación española se jugaba esa mínima que otorga el billete para los Juegos. Vall tenía ahí el tiempo, pero cuando tocó la pared la piscina impartió su justicia, que a veces puede ser tan cruel: tocó la pared con tiempo de 2:23.93 cuando París 2024 fijaba el billete en 2:23.91. Tan cerca y tan lejos. Se le escaparon las lágrimas sin control. Tanto esfuerzo, tanto empeño y también por ese agradecimiento público de sus compañeros de profesión, en pie y con aplauso alargado en el tiempo para rendirme el homenaje a su trabajo. «Hace una semana disputé una final de 200 braza que me dejó un regusto agridulce. Por una parte, quedarme a dos centésimas de la mínima me hacía alejarme del sueño olímpico por el que había entrenado esta temporada. Por otra parte, me llevé un momento muy mágico y muy bonito que llevaré siempre dentro. Toda la ovación del público, de mi gremio. Sabía que estaban empujando y deseando que hiciera la mínima», decía la nadadora después del bajón. Allí, en el podio, volvió a emocionarse y a emocionar. Pero se quedaba sin Juegos. Sin embargo, detrás del implacable cronómetro, y esa piscina que no marca las milésimas por no fiarse de la mano humana, hay un grupo de personas que han deliberado y acordado que Vall no se podía quedar sin Juegos. La FINA ha validado la mínima B y se incorpora a la delegación española que partirá hacia París.