“Destinos heredados” es el testimonio de mi hermano Pedro Joaquín Chamorro sobre sus 10 meses y 9 días en la cárcel de máxima seguridad de Nicaragua, conocida como El Chipote, y sus 9 meses y 9 días en que fue trasladado bajo arresto domiciliario, después de perder 50 libras de peso y con su salud seriamente deteriorada.
Todo empezó como un acto cruel de venganza política impuesto contra él y decenas de compatriotas: líderes políticos y cívicos, mujeres y hombres, estudiantes universitarios, campesinos, empresarios, intelectuales, periodistas, sacerdotes y defensores de derechos humanos. Cuando la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo decidió encarcelar a todos los líderes de la oposición para anular las elecciones generales de noviembre del 2021, que el dictador tenía perdidas de antemano.
Este libro es también un relato minucioso, escrito por un periodista que está empeñado en contar con rigor, honestidad y apego a la verdad los hechos que vivió.
Leí el texto por primera vez cuando Pedro Joaquín me iba enviando en caliente, desde su destierro en Estados Unidos, los borradores de cada uno de los 15 capítulos, y luego otra vez ya convertido en libro, de un solo tirón.
De inmediato me impactó por su valor como documento histórico, y por el relato de su convivencia con sus compañeros de celda Víctor Hugo Tinoco, Arturo Cruz y José Adán Aguerri. Pero, sobre todo, me atrapó como lector, porque logra la proeza de contar la vida en los calabozos de la peor dictadura de América Latina, con una narración amena, salpicada de humor e ironía, como remedio ante el dolor y la desolación.
Pedro Joaquín relata sus vivencias y penurias sin ninguna clase de rencor ni exageración, escribe tal como él es en la vida cotidiana: una persona noble, ecuánime, políticamente moderado, amante de su esposa y su familia, aferrado a sus valores cristianos, al legado de sus padres y a su patria, y como él mismo confiesa, siempre encara la adversidad con “ingenuidad y optimismo”.
Por ejemplo, cuenta con total naturalidad, sin recurrir a ningún adjetivo, la tortura que representa permanecer en una cárcel en la que está prohibido leer y escribir, ni siquiera hay acceso a una biblia, y “la única lectura que teníamos los presos”, dice, era “la etiqueta de un pequeño envase de Ensure de 237 ml que contenía 350 calorías y una larga lista de vitaminas y minerales”.
De la misma forma, relata el régimen de arresto domiciliario al que fue sometido “por instrucciones de la compañera Rosario y el comandante Daniel”, que significó para él un inmenso alivio para recuperar sus fuerzas físicas y mentales, a pesar de continuar bajo un estricto aislamiento, con la vigilancia permanente de cuatro policías, que le tomaban una fotografía a la 6 a. m. y otra a las 6 p. m., para constatar “que no se había fugado de su propia casa”.
En particular, me conmovió el capítulo en el que narra los cuatro días que pasó en su celda el general en retiro Hugo Torres Jiménez cuando ya se encontraba grave de salud y al borde de la agonía. El humanismo y la solidaridad de Pedro Joaquín, haciendo de enfermero y compañero de infortunio de Torres, hasta que con su protesta logró que lo sacaran de la cárcel y lo llevaran a un hospital, lo convierte en un testigo excepcional de la responsabilidad directa que tuvieron las máximas autoridades políticas de Nicaragua en el agravamiento de la salud y la muerte de Hugo Torres.
Destinos heredados es también un homenaje a la resistencia de todos los presos políticos, que sufrieron un encarcelamiento injusto y fueron sometidos a juicios espurios en la cárcel, sin derecho a la defensa, en los que fueron condenados a penas de 8 a 13 años de cárcel por ser presuntos autores de “menoscabo a la soberanía nacional”, “lavado de dinero” o “gestión abusiva y apropiación y retención indebida”.
Como relata en su libro, Pedro Joaquín proclamó su inocencia con dignidad, como todos los presos políticos que nunca se rindieron. Nunca ha podido la dictadura Ortega Murillo fabricar una confesión falsa o una inculpación de los delitos inventados contra los reos de conciencia.
Nunca los pudo quebrar con su régimen de tortura y aislamiento, y esta victoria moral de los presos políticos simboliza la esperanza en una nueva república con democracia y justicia que los nicaragüenses nos merecemos.
El 9 de febrero del 2023, un total de 222 presos políticos, entre ellos Pedro Joaquín, fueron excarcelados, desterrados a Estados Unidos y despojados de su nacionalidad nicaragüense.
Con ese nuevo acto de venganza recuperaron la libertad, mientras la puerta giratoria de la represión llenaba nuevamente las cárceles de la dictadura con otros 141 presos políticos y más de un centenar que están bajo arresto domiciliario de facto.
América Latina y el mundo no deben olvidarlos. Por la libertad de todos los presos políticos de Nicaragua, los invito a leer Destinos heredados, disponible en su edición impresa y en formato para kindle en amazon.com.
carlosf.chamorro@confidencial.com.ni
El autor es periodista nicaragüense.