“Si descubrimos cómo se perpetúan los discursos coloniales en el museo también estaremos más preparados para desactivar las relaciones de poder colonial en el día a día, comprender cómo se construye nuestro racismo y poder crear herramientas de reparación, tanto dentro como fuera de estas instituciones”. La comisaria y profesora agregada de la Universidad Oberta de Catalunya María Iñigo Clavo explica así por qué es importante la descolonización de los museos. Un compromiso que Ernest Urtasun anunció a principios de año, cuando aseguró que el Ministerio de Cultura que dirige llevaría a cabo una “revisión” de las colecciones de las pinacotecas estatales para “establecer espacios de diálogo e intercambio que permitan superar el marco colonial”.
La experta, que ha sido docente e investigadora en universidades internacionales como la de Essex o la Arts London; afirma a este periódico que se trata de un proceso de “aprendizaje” sobre “cómo crear estrategias para cambiar las narrativas coloniales, desvelar las formas en que se ocultan y entender bajo qué discursos y pretextos se perpetúan”. Además de “cuestionar lo que muchas veces está instalado en el imaginario cultural como sentido común”.
Para ello, considera fundamental que estos centros se abran a “proyectos colaborativos, bien remunerados y estables”; que cuenten con “agentes de las culturas representadas de forma permanente”. “Los museos muchas veces esperan 'descolonizar' con pequeñas acciones, programas públicos que no les generen muchos gastos y no pongan en riesgo sus estructuras o compromisos políticos, pero tiene que ser a largo plazo para que alcancen a ser profundos”, advierte.
El objetivo último de sería “validar formas de conocimiento no occidentales” y contar una historia “más allá de los relatos de progreso y desarrollo modernos”, que permitan evidenciar cómo este ha generado “jerarquías culturales”.
Los museos muchas veces esperan 'descolonizar' con pequeñas acciones, programas públicos que no les generen muchos gastos y no pongan en riesgo sus estructuras o compromisos políticos, pero tiene que ser a largo plazo para que alcancen a ser profundos
A partir de ahí, pasar a “renarrar la historia colonial haciéndola inseparable del sufrimiento, la destrucción y el exterminio que ha generado”. La necesaria reparación pasa por “comprender cómo han sido construidos los museos, participar en un duelo colectivo, resignificar las identidades que han sido devaluadas, interrogarnos sobre nuestro papel en los procesos coloniales y nuestros prejuicios culturales”.
María Iñigo Clavo sostiene que el primer paso a dar por el Ministerio de Cultura debería ser “crear una red de trabajo” que tenga como pilar la creación de institutos de investigación vinculados a los museos. Además de “comisiones consultivas permanentes bien remuneradas” y vincularse con otras instituciones europeas y latinoamericanas para “aprender las estrategias que se están trabajando y, sobre todo, con las comunidades representadas para crear colaboraciones, préstamos e intercambio de objetos y conocimientos”.
También propone que las plantillas cuenten de manera permanente con “personas no blancas para introducir otras miradas hacia unos consensos muy antiguos sobre los objetos e implicar a investigadores de los pueblos en los que se han producido”. “Las narrativas de las colecciones permanentes deberían ser modificadas teniendo en cuenta la corriente de pensamiento descolonial, organizarlas mostrando cómo la preciada modernidad y progreso europea nunca hubiese sido posible sin la explotación colonial, el sufrimiento de personas y la visión extractivista de la naturaleza”, valora.
Para la investigadora es crucial “no mostrar estas culturas como localizadas en un pasado atemporal, sino visibilizar la potencia política de las formas indígenas de comprender la naturaleza y el cuidado de lo colectivo, las luchas y problemas actuales”. A su vez, “comprender y discutir” como estas “querrían ser representadas e incluir sus 'formas de conocer' como parte de las formas de mostrar”.
Es importante no mostrar estas culturas como localizadas en un pasado atemporal, sino visibilizar la potencia política de las formas indígenas de comprender la naturaleza y el cuidado de lo colectivo, las luchas y problemas actuales
“Usar el museo para revalorizar sus formas de conocimiento y sus aportaciones, su lucha por la demarcación de tierras y la defensa de la naturaleza, con la violencia que eso implica en su día a día” , expone. Por último, apunta como fundamental hablar de “la propia historia colonial del museo, de la procedencia de los objetos, de la cultura del extractivismo. Crear espectadores críticos con los museos que visita y sus propios imaginarios culturales”.
La comisaria señala que las colecciones europeas se crearon a partir del “saqueo de cultura material”, que provocó “una devaluación de esas culturas extraoccidentales” y la “producción de una diferencia colonial” que continúa manifestándose a través de distintas formas de racismo. “Si la colonización se ha llevado a cabo en nombre del progreso y el desarrollo, los museos han participado al crear imaginarios de subdesarrollo que han seguido legitimando todo tipo de explotación y extractivismo”, critica.
Si la colonización se ha llevado a cabo en nombre del progreso y el desarrollo, los museos han participado al crear imaginarios de subdesarrollo que han seguido legitimando todo tipo de explotación y extractivismo
El problema no radica solo en el “expolio de los objetos”, sino también en cómo son mostrados al público y las consecuencias que genera su disposición. “Se presentan como si estas culturas no estuvieran vivas cuando sus duras luchas por la supervivencia están vigentes”, lamenta la profesora.
Urtasun no es el único ministro de Cultura europeo en convertir en prioridad –supuesta, ya que seis meses después del anuncio, sigue sin conocerse el plan con el que la llevará a cabo– la descolonización de los museos. Países como Francia y Alemania ya han empezado a devolver obras expoliadas durante el periodo colonial. En España, mientras tanto, además de no saber cómo se va a materializar esta iniciativa, seguimos a la espera de saber qué va a pasar con el Tesoro de los Quimbayas que Colombia reclamó formalmente a mediados de mayo a través de una carta enviada a Urtasun y al ministro de Exteriores, Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares.
María Iñigo Clavo indica que abordar estos temas es complejo en cualquier territorio porque “cuestionan los grandes imaginarios nacionales, que suelen estar relacionados con los imperiales”. La profesora describe que España ha mantenido “un discurso triunfalista hacia el 'descubrimiento' de América como recuerdo de una hegemonía económica que no se quiso reconocer como perdida”. De ahí a que durante el franquismo se creara el Museo de América para “reforzar este imaginario”. “Desde el fin del imperio español en 1898 se han creado diferentes conceptos para seguir aparentando un discurso de liderazgo cultural y mantener esos imaginarios de falsa hegemonía cultural”, ilustra.
La investigadora propone trabajar los museos considerándolos “documentos de la colonización”, entendiéndolos como “una de las tecnologías modernas más eficaces de producción de alteridad y que nos hablan de nuestras 'formas de conocer'”. Lo que ocurre dentro de estas instituciones no depende únicamente de quienes trabajan en ellas o quienes hicieron llegar a ellas sus numerosas –y cuestionables– piezas, también quienes acuden a contemplarlas. En este sentido, la comisaria considera que el público “sí es consciente” de que determinados museos y exposiciones están vertebrados por la explotación de otras culturas. El conflicto es otro: “Se ha naturalizado que tenemos derecho a ello”.
La profesora valora que revisar la procedencia de las colecciones y actuar en consecuencia debería ser un “ejercicio de responsabilidad” de los museos. Y propone para ello un “diálogo” que tenga en cuenta a otros agentes como los gobiernos, “pero también a los pueblos indígenas afectados, porque sino el tema quedará de nuevo atrapado en un intercambio institucional y político cerrado y elitista”. De ahí a que insista en la necesidad de realizar un “trabajo en colaboración y en red” que pase por la creación de “grupos de investigación conjuntos entre los países afectados y los europeos”.
Otra de sus propuestas es que los museos “deberían involucrarse con cuestiones de resignificación de historias y culturas y no solo en las preservaciones de técnicas y en conservar los objetos con una mirada patrimonial”. Como ejemplo, cita los proyectos curatoriales con los que en Colombia se está “interrogando a los visitantes sobre sus propios prejuicios”.
Hará igualmente falta debatir sobre si la devolución de las obras es suficiente o la labor de descolonización ha de ir más allá. María Iñigo Clavo explica que en “muchos casos”, museos nacionales en América Latina “reproducen los mismos discursos coloniales hacia las comunidades indígenas”.
Devolver objetos a un museo que no tiene ni un curador indígena con una perspectiva decolonial no resuelve el problema. Las cosas solo mejorarán cuando haya profesionales de los pueblos representados, no como colaboradores, sino como parte de la plantilla estable del museo
Según explica, estos ya han denunciado esta “expropiación interna, en la que si bien los imaginarios indígenas sirven para atraer turismo y crear identidades nacionales, luego los colectivos son devaluados y empobrecidos, o se reproducen estereotipos racistas”. La respuesta por su parte ha sido el aumento de proyectos de pinacotecas locales en los que administrar la producción cultural propia.
“Devolver objetos a un museo que no tiene ni un curador indígena con una perspectiva decolonial no resuelve el problema. Las cosas solo mejorarán cuando haya profesionales de los pueblos representados, no como colaboradores, sino como parte de la plantilla estable del museo”, defiende.