En estos tiempos en los que los programadores (y también los creadores, lo cual es más triste) se empeñan en decirnos a todos qué temas son ‘actuales’ e ‘importantes’ y cuáles no, lo más valiente, en contra de lo que ellos mismos creen, es salirse de esas consignas reduccionistas y hablar de cualquier asunto que a uno le interese, siempre y cuando piense que le puede interesar a alguien más. Y eso es más o menos lo que han hecho en ‘Von Lustig’ los miembros de Los Absurdos Teatro, Alfonso Mendiguchía y Patricia Estremera: hacer oídos sordos a las directrices de moda y embarcarse en la producción de un originalísimo espectáculo que recorre, en clave de comedia, la muy poco ‘actual’ vida de Viktor Lustig, el estafador que decía ser conde y que pasó a la historia, tal y como refleja el subtítulo de esta función, como el hombre que vendió la torre Eiffel.
Escrito con un verbo ágil y preciso, el texto de Mendiguchía se vertebra a partir del relato que Lustig, interpretado por el propio autor, hace de sí mismo, con la ayuda de una prostituta amiga suya que se llama Kikí, en cuya piel se mete Estremera. Para buscar ese tono de comedia cínica que tiene toda la obra, la pareja se ha puesto en manos de la actriz Natalia Hernández, que se maneja como pocos con el humor y que los ha dirigido creando una suerte de fingido espectáculo historicista con aroma de cabaret, de music hall y de burlesque en el que las numerosas escenas que van jalonando la vida del protagonista se han montado con gracia y se suceden, o se solapan, con habilidad. Todo está concebido, en realidad, como un juego formal que evoca cierto teatro de variedades que se desarrolló, impregnado aún del ilusionismo decimonónico, hasta los felices años 20.
Y, como tal juego formal, el espectáculo está logrado y adquiere un estilo propio y novedoso que se agradece mucho como espectador. Es en el plano conceptual donde se echa en falta un poquito más de hondura a la hora de indagar en el personaje principal y en su entorno. Y es una lástima, porque hay algunas ideas en la obra que están muy bien planteadas desde el punto de vista intelectual y muy bien engalanadas literariamente, y que podían haberse desarrollado más en el texto y en el escenario, como son la de relacionar a buena parte de las víctimas de una estafa con su propia codicia, la del sacrificio de una feliz normalidad en aras de un éxito siempre esquivo y en verdad estéril, o la del papel que juegan el misterio y la incertidumbre en la configuración de nuestros deseos.
Lo mejor:
Desde el punto de vista formal, la obra es original y está muy bien resuelta.
Lo peor:
Algunas escenas apuntan ideas muy interesantes que, sin embargo, se abandonan enseguida