La periodista y escritora Odette Magnet aún recuerda el amedrentamiento. Pasó en 1986, cuando se encontraba trabajando como reportera de la desaparecida revista Hoy. En julio de ese año, se registró uno de los casos de violaciones a los derechos humanos más atroces y mediáticos de la dictadura cívico militar chilena, y que terminó con los cuerpos de los jóvenes Rodrigo Rojas de Negri y Carmen Gloria Quintana rociados de gasolina y completamente encendidos en plena vía pública.
“Yo seguí el caso hasta el final, hasta que ella se fue en una ambulancia al aeropuerto y de ahí a Canadá, y después nos escribimos. Ella me mandaba cartas desde Canadá y su madre también”, evocó Magnet sobre esos días en entrevista con Radio y Diario Universidad de Chile.
Precisamente fue en esas semanas de reporteo que su teléfono comenzó a recibir llamadas sospechosas de forma sistemática en las madrugadas. “Escuchaba que sonaba a las 2 o 3 de la mañana todos los días por meses mientras yo reporteaba los quemados. En ese tiempo no teníamos celular y tampoco computadores. Usábamos máquina de escribir. Cuando levantaba el teléfono escuchaba al otro lado el ruido de una metralleta y luego el tecleo de la máquina de escribir. El mensaje era bien claro”.
El denominado “caso quemados” es una de las tantas historias conocidas -y difundidas- por Magnet desde la vereda periodística. Hoy, cuatro décadas después, Odette volvió a escarbar en esa memoria en “Fracturados” (editorial Forja), su más reciente publicación que reúne una serie de 11 cuentos breves que giran en torno a las violaciones a los derechos humanos cometidas bajo el régimen de Pinochet.
“Quise recoger las historias de mujeres y hombres chilenos que pasaron por lo que yo llamo el infierno, que fueron víctimas de asesinato, desapariciones, torturas, asilo exilio, secuestros, en fin. La lista lamentablemente es larga”, explicó la escritora. “Este libro es una especie de invitación a sumergirse en la memoria y si es necesario en el dolor. Porque hay dolor, pero también amor, solidaridad, amistad. Es un intento por rescatar este relato y ponerlo aquí de nuevo para que la gente pueda reconocerlo, abrazarlo. Hay personas que aún se niegan a aceptar lo que pasó, o lo que quizás es peor, lo justifican”.
“Estas son las 11 historias que en estricto rigor no son ficción. Yo no inventé ni la desaparición, ni la tortura, ni la muerte. Los nombres cambian, pero todo obedece a historias donde si tú viviste algo de la dictadura, te vas a dar cuenta de que sucedió, que es muy real, que son cuentos que yo recogí, reporteé, escribí”, sumó Magnet.
Para la periodista, parte de esta recopilación representa un ejercicio de continuidad de su trabajo como reportera y redactora de derechos humanos en la revista Hoy. Un oficio que, en la práctica, también contribuyó a su soltura dentro del género del cuento.
“Es un género difícil porque hay que saber utilizar el lenguaje muy bien y con mucha precisión. No se puede hacer un texto laxo, suelto, flojo. El cuento es muy preciso porque tienes poco espacio. Es como cuando un periodista tiene poco tiempo y también poco espacio. Y el periodismo me ayudó mucho porque uno aprende a escribir muy apretadamente. Hay que hacer un texto apretado, que te duela, y eso es el cuento. Y los temas tampoco eran fáciles, así que se vuelve una tarea que requiere conciliar el tema, lo que tú quieres decir, con una técnica muy concisa”, afirmó la autora.
Hasta ahora, su única incursión literaria era “Arena negra“, una novela romántica de 300 páginas también enmarcada en los años de la dictadura y publicada el 2009 por Random House. Esto, durante el tiempo en que trabajó como agregada de prensa de la embajada chilena en Londres.
Su encuentro con los cuentos llegó con su retorno a Chile, cuando comenzó a publicar una serie de relatos y columnas en el portal digital La Nueva Mirada, a cargo del periodista y economista Fernando Villagrán, quien igualmente ejerció como editor de “Fracturados”. “Es un viejo amigo mío que me estimuló, me motivó siempre a que siguiera, que escribiera. Hasta que un día me di cuenta que tenía 11 cuentos de un tema que se ve poco, que está escasamente visibilizado en los medios y en la sociedad en general, que son las violaciones a los derechos humanos ocurridos en dictadura”, expuso.
“Hace muchos años que estaba como embarazada de estos cuentos, de estas experiencias, de estos casos que me había tocado cubrir y quería, de alguna manera, sacármelo y compartirlo con otra gente. Todos los personajes, las víctimas, tenían un solo común denominador: que habían quedado, después de sus experiencias tremendas y terribles, fracturadas. Por eso el libro se llama ‘Fracturados’, porque es el resultado de esas experiencias infernales. De alguna manera, quería honrar sus vidas y sus nombres a través de la literatura, que es un puente muy expedito para para unir miradas y conversar de esto”, afirmó la escritora.
Sobre esto último, sumó que “Chile, al igual que las víctimas, también es un país fracturado, que no ha logrado hacer un ejercicio de memoria real y profundo. Los chilenos tienen mala y corta memoria. Y se llevan mal con la memoria porque les huele a conflicto. Los derechos humanos huelen a conflicto y el conflicto huele a caos. Y los chilenos detestan el caos. Por eso, esta es una lectura que quiere llevar a la reflexión, para que uno pueda tratar este tema en la mesa a la hora de almuerzo sin que alguien se pare, o sin descalificaciones. Sobre todo, pensando los jóvenes que no vivieron la dictadura”.
“Esto fue ayer. No sucedió en el tiempo de la colonia. Son vivencias que le tocaron a sus padres, quizás. A sus abuelos, a sus tíos. Yo creo que casi no hay familia en Chile que no haya sido tocada por la dictadura. Y este es un aporte desde la vereda de la literatura. Desde el periodismo ya lo había hecho 40 años y quería probar la libertad sin el rigor periodístico, sin la cifra precisa, la cita exacta”, agregó.
Por todo lo anterior, Odette reiteró su convicción sobre el rol que tienen las artes y las culturas en la preservación de la memoria histórica. “Hasta el día de hoy, el tema de los derechos humanos en Chile incomoda. Causa tensión incluso en el progresismo. Y la literatura por supuesto es un medio para derribar los muros de la sospecha, para tender los puentes de confianza, para hacer de esto una sociedad más abierta, más sana, más democrática, y en eso creo que por supuesto la literatura es clave”.