Los progresistas han contado durante mucho tiempo con los jóvenes para defender sus causas. Hace apenas cinco años, los europeos jóvenes votaron por partidos que defendían la acción climática, la justicia social y la reforma democrática. Pero esta tal vez ya no sea una estrategia política viable.
Las elecciones al Parlamento Europeo de junio demostraron que muchos votantes jóvenes se han inclinado por la extrema derecha, permitiendo que los partidos euroescépticos, antimigrantes y antiestablishment obtuvieran victorias significativas.
Esta tendencia no se limita a Europa. Jóvenes keniatas que se oponen a los nuevos impuestos irrumpieron en el Parlamento y varios fueron asesinados cuando la policía abrió fuego. En todo el mundo, está surgiendo una nueva política joven. Si bien no siempre está alineado con la extrema derecha, este movimiento muchas veces está en contra del statu quo, lo que representa una advertencia poderosa para los políticos sobre la necesidad de reconsiderar tanto su mensaje como sus maneras de comunicarse a la hora de apelar a los votantes jóvenes desafectos.
El giro hacia la derecha de estos votantes se hace evidente en toda la Unión Europea. Después de respaldar de manera aplastante a los Verdes en el 2019, el 16% de los votantes alemanes de menos de 25 años votó por el partido de extrema derecha Alternative für Deutschland (AfD) en las elecciones europeas de este año, lo que llevó al partido a ocupar el segundo puesto detrás de los democristianos de centroderecha y a posicionarse muy por delante de los socialdemócratas del canciller, Olaf Scholz.
En Francia, el 30% del voto joven fue a manos de Agrupación Nacional, el partido de extrema derecha que lidera Marine Le Pen. Este resultado estuvo en consonancia con la segunda vuelta electoral para las elecciones presidenciales del 2022, cuando Le Pen ganó el 39% de los votos de los jóvenes de entre 18 y 24 años y el 49% entre los votantes de 25 a 34 años.
Por su parte, el 21% de los votantes italianos entre 18 y 34 años ayudó a Hermanos de Italia de la primera ministra Giorgia Meloni a obtener un fuerte mandato para llevar adelante su agenda. En España, el partido ultraconservador Vox incrementó su porcentaje de votos entre los más jóvenes (menos de 25 años) al 12,4%. Por el contrario, los demócratas suecos de extrema derecha ocuparon el cuarto puesto, a pesar de lograr un 10% de votos entre los jóvenes de 22 a 30 años.
El giro de Europa a la derecha ha llevado a muchos políticos a endurecer sus posturas en cuestiones como la migración. Pero el creciente respaldo de los votantes jóvenes por los partidos xenófobos, anti-UE y ultraconservadores no está tan motivado por un sentimiento contra los migrantes como por una fuerte sensación de que los políticos del establishment los han traicionado.
En tanto las generaciones mayores, que han vivido vidas económicamente seguras, consumen un porcentaje creciente de los presupuestos gubernamentales a través de pensiones y atención médica generosas, los europeos jóvenes lidian con una crisis del costo de vida y perspectivas económicas cada vez peores.
Esta creciente frustración se puede atribuir, en parte, a la incapacidad de los políticos de la UE de garantizar empleos seguros y bien remunerados para los jóvenes. El desempleo juvenil entre los europeos de 15 a 24 años alcanzó el 13,8% en el 2023. En España, la tasa fue del 27,9%, comparado con el 27,7% en Grecia, el 20,7% en Italia y el 18,9% en Suecia.
Sin duda, se han hecho algunos progresos a la hora de abordar el problema. El desempleo juvenil en Francia cayó del 25% en el 2016 al 15,7% en el 2023; en Italia, pasó del 42,7% en el 2014 al 22,8% en el 2024; en los Países Bajos, disminuyó del 13,2% en el 2013 al 8,7% en el 2023; y en Alemania, se derrumbó del 15,5% al 6% entre el 2005 y el 2023. Aun así, el apoyo por la extrema derecha ha aumentado en todo el bloque en medio de pruebas cada vez más evidentes de que, no importa lo mucho que trabajen, la mayoría de los jóvenes terminarán siendo más pobres que sus padres.
El problema se extiende más allá del mercado laboral. En muchos países europeos, los jóvenes también atraviesan una crisis de vivienda, aulas superpobladas y sistemas de atención médica deficientes. Frente a las alzas de los alquileres, los honorarios exorbitantes de la educación y los salarios reales estancados, los votantes jóvenes cada vez más se preguntan quién se va a ocupar de sus problemas. Los políticos de extrema derecha, si bien culpan erróneamente a la migración, al menos reconocen que existe un problema y lo hacen de maneras que resuenan entre los votantes jóvenes.
Las redes sociales son un buen ejemplo. En los años 60, el teórico de la comunicación Marshall McLuhan destacaba la importancia de cómo se comunican los mensajes, no solo lo que se está diciendo. Los medios a través de los cuales se comunica la gente, decía, dan forma a sus interacciones. Su famosa observación de que “el medio es el mensaje” es aún más pertinente en la era de plataformas como TikTok, que les permiten a los demagogos de extrema derecha adaptar sus mensajes para la gente joven.
Lo que los políticos veteranos que confunden las redes sociales con un medio de difusión no entienden es que pueden ser una herramienta poderosa para fomentar el compromiso, la vinculación y la formación de identidad. Pero los políticos que ven las redes sociales como un grupo focal disponible a toda hora, y que dan forma a sus políticas según los caprichos y las reacciones inmediatas de los votantes, son tan peligrosos como los que las ignoran por completo.
Al alimentar reclamos compartidos, las redes sociales pueden ayudar a los movimientos políticos a expandirse y a convocar seguidores. Por ejemplo, mientras que Scholz se sumó tardíamente a TikTok en abril, la extrema derecha alemana ha utilizado la plataforma para crear un discurso poderoso —algunos podrían decir un universo alternativo— que habla de los miedos y las ansiedades de los votantes jóvenes.
En consecuencia, muchos responsables de las políticas de la UE se sienten cada vez más aislados en su intento de llevar a cabo su trabajo mientras grupos online se movilizan en su contra.
Dado que una generación de votantes jóvenes pasa gran parte de su tiempo en plataformas como YouTube, TikTok e Instagram —en Estados Unidos, los adolescentes pasan un promedio de 4,8 horas al día en las redes sociales—, el resultado podría ser un coctel político tóxico.
Para volver a seducir a los jóvenes desafectos, los líderes políticos deben ofrecerles un futuro en el que puedan creer y abrazar las plataformas mediáticas en las que viven los jóvenes.
Ngaire Woods es decana de la Escuela de Gobierno Blavatnik en la Universidad de Oxford.
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