Uno de los más fiables indicadores del creciente empobrecimiento de la política española es la tendencia al aspaviento. Nunca falla: a mayor sobreactuación, menor solvencia, porque la gestualidad suele sustituir a los argumentos. En España llevamos tiempo con teatrillos en los que los dirigentes se expresan con un énfasis innecesario, como si tuvieran que convencerse a sí mismos de la fiabilidad de sus tesis. Hay políticos especialmente dramáticos, como Félix Bolaños o Yolanda Díaz, que hablan siempre con una gravedad gratuita; me los imagino dando la tabarra al camarero con la amenaza de la ultraderecha y la alerta antifascista mientras le sirven el café. En Andalucía, el PSOE de Espadas se ha apuntado a la exageración aprovechando el fallo del...
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