El nombre de esta columna podría ser también el título de una película de vaqueros mexicanos. En el Perú la frase evoca también una de esas comedias de situaciones padre-hija que fabrica Hollywood. Podría ser también “Dos candidatos para una presidencia”. Casi todo lo que se diga sobre el tema va a bordear abismos de lo grotesco.
Keiko Fujimori se esforzó por alargar la carcelería de su padre, ahora pareciera que le abre las puertas a su candidatura presidencial. ¿Es sincera? ¿Le está cediendo el sitio? ¿O es un juego de sillas musicales? Esto ocurre cuando ella misma se reencuentra con el juicio por un viejo coctel político (tampoco es un mal título).
Una reciente encuesta de intención de voto 2026 mostró que el primer puesto de la hija le lleva cuatro puntos de ventaja al padre. Pero este último todavía no es candidato, ni se sabe del todo si podrá serlo, mientras que ella lo es en exceso. La primera sensación es que allí sigue habiendo una competencia. ¿Desde cuándo la ha habido?
Algunos dicen que la hija le ve más posibilidades al achacoso padre y se contentaría con ir segunda en su plancha, para obtener una presidencia a dos bandas. Pero la versión se debilita con la ventaja de la hija. ¿Entonces por qué alienta la candidatura del padre Alberto? ¿Lo está haciendo? Quizás sabe algo que nosotros ignoramos.
En realidad nada ha cambiado. Ella dirige el partido que fundó, es algo así como su candidata natural para toda elección, y. Contradecir sus ansias de renacimiento político podría ser contraproducente. Mejor, quizás piensa la hija, seguirle la cuerda.
Ahora hay dos Fujimori en las encuestas a falta de uno. A primera vista parece algo fácil de resolver, pero quizás no lo es tanto. En la comedia gringa que evocamos el padre puede irse con otro partido, restarle votos a la hija, o incluso robarle la victoria. Ella se vuelve antifujimorista, y es aplaudida por el Nuevo Frente Popular Peruano, por el cual podría candidatear en el 2031.
