Una ola polar, también conocida como ola de frío, es un fenómeno meteorológico que pone en jaque a la población con temperaturas inusualmente bajas.
Este evento climático extremo afecta el confort diario y puede tener serias consecuencias para la salud, especialmente en los grupos más vulnerables.
Aunque menos mediáticas que las olas de calor, las olas polares representan un desafío para la sociedad y el sistema de salud, ya que requieren medidas de prevención y cuidado específicas para este clima.
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La Organización Meteorológica Mundial (OMM) define una ola de frío como un fenómeno climático caracterizado por un descenso abrupto de la temperatura cerca de la superficie terrestre.
Según un artículo de National Geographic, si bien la definición exacta puede variar entre países, hay un consenso en que las temperaturas deben mantenerse por debajo de ciertos umbrales durante un período mínimo.
Estos criterios ayudan a distinguir entre un simple descenso temporal de temperatura y un evento climático extremo que requiere atención y medidas especiales.
Las olas polares ocurren principalmente por el desplazamiento de masas de aire frío desde regiones polares o de alta latitud hacia zonas más cálidas. Este fenómeno se debe a cambios en los patrones de circulación atmosférica, que pueden ser causados por:
Estos factores permiten que el aire gélido se mueva rápidamente hacia latitudes más bajas, lo que provoca un descenso de las temperaturas.
La duración e intensidad de la ola polar dependen de la fuerza del sistema que la origina y de las condiciones atmosféricas locales que encuentra a su paso, pudiendo persistir por varios días o incluso semanas.