Sorprende que alguien que componía la mayoría de sus óperas cerrando herméticamente puertas y ventanas para impedir que la luz del día entrara en la estancia donde se encontraba, un día se topara con su propia sombra y decidiera fotografiarla, abrirse a la luz, capturarla. Tal vez, a veces no hay nada como tener multiplicado el impetuoso detonador de las pasiones para precipitarse sin demasiada meditación previa al testeo lúdico de todas ellas hasta terminar acertando de lleno en su práctica. A Giacomo Puccini le gustaban los coches, la música, la caza, las mujeres y la fotografía. Solo le faltaba el béisbol, el cine, la ropa buena y el whisky para proyectarse como el gemelo desconocido de John Dillinger en "Enemigos públicos". La constatación de esta última, desconocida y hermosa afición relacionada con el registro de las imágenes nos llega ahora en forma de revelación, rebotando en la reconfiguración del imaginario colectivo que podía sostenerse sobre la vida del compositor de la mano de PHotoEspaña, el Instituto Italiano y el Teatro Real.
Apasionado observador de sombras y paisajes, el compositor se dejó arrastrar en términos de inspiración por la naturaleza, por los escenarios de las ciudades que visitaba, por la cotidianidad amasada de un tiempo detenido. "Cio-Cio San, cada noche, en ‘‘Madama Butterfly’’, está acostumbrada a cosas humildes y silenciosas. La fotografía de Puccini es en cierto modo algo así: un retrato de lo humilde y lo silencioso", define de manera sugestiva Paolo Bolpagni, uno de los tres comisarios encargados de vertebrar la estructura de la exposición "Puccini fotógrafo" con la que el Real se convierte por primera vez en una de las sedes de PHotoEspaña y cuyo escenario expositivo coincide oportunamente con el centenario de la muerte del músico y con la representación actual que en estos momentos y hasta el 22 de julio –mismo día en el que se agota la posibilidad de ver la muestra– está teniendo lugar en la institución de "Madama Butterfly".
Llama la atención el punto de excepcionalidad distributiva a la hora de plantear la exhibición de la veintena de fotografías que se dispersan por el interior de las inmediaciones del Teatro, ya que lejos de responder al orgánico patrón de enmarcaciones clásicas, las fotografías –no las originales, sino impresiones de gran formato– se acoplan a las paredes como si emanaran de su interior, en diferentes estancias, mimetizándose con el espacio, transformándose en parte del decorado. Viajes, enclaves paisajísticos, lugares y momentos suspendidos en la memoria del compositor durante su estancia de ensueño y maduración en Torre del Lago, coordinan un recorrido en el que se advierte un estilo pictorialista genuinamente evocador.
"A veces tiene giros visuales melancólicos con toques irónicos o jocosos como cuando captura su sombra. En algunas de las imágenes seleccionadas para esta muestra vemos al mismo Puccini, lo que nos indica que se trata de fotografías de terceros, a veces fotógrafos famosos, otras anónimos o simplemente gente cuya identidad no hemos conseguido averiguar, pero en las que están hechas por Puccini, ¿qué vemos? Fundamentalmente, los lugares que visitó, como, por ejemplo, Argentina en 1905, Egipto en 1908 o Nueva York en 1910", indica Bolpagni.
La de Puccini sin embargo, no es una mirada de turista. No aglutina lo esperable, no captura lo que hasta ese momento era desconocido para el ojo, sino que busca lo familiar, la costumbre, el gesto diario que nos reconcilia y empasta con el otro. "En Egipto –prosigue el comisario– visita las pirámides y la esfinge pero no las fotografía, aunque sí retrata a los habitantes de una aldea, y en Argentina hace lo propio con un gaucho que enciende una hoguera en medio de la Pampa. En cualquier caso, Puccini busca por encima de todo fotografiar los lugares de su tierra, de su Toscana natal: el lago de Massaciuccoli, la playa de Viareggio, su amada Torre del Lago". Vuelve a la sombra, a lo ya sabido, a la calidez que procura lo de siempre. Con una diferencia: durante esta faceta como fotógrafo, las puertas y ventanas estaban abiertas.