Todo empezó cuando José Esteban Cubillo tenía nueve años; estaba en cuarto grado. Fue entonces cuando su alegría por ir a la escuela, se convirtió en trauma a causa del bullying. El niño que quería ser amigo de sus compañeros recibía burlas todo el tiempo por sus orejas.
“Si era un día ventoso, decían que yo estaba moviendo las orejas. Me cantaban la canción del Mamut chiquitito, el que quería volar con sus orejas y cambiaban la letra con mi nombre. Me molestaban en la escuela y en la buseta. Yo sufría”, recordó Cubillo, hoy de 28 años.
Su historia posiblemente la comparten cientos de niños, niñas y adolescentes que sufren bullying por su apariencia física, en este caso específico por tener las orejas en asa o prominentes, una patología que es considerada una malformación leve y que se reconstruye en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) o a nivel privado.
A este docente de Educación General Básica de Primero y Segundo Ciclo le cambió la vida, para bien, según dice, cuando le hicieron una otoplastia, como se le conoce a la cirugía en la que se cambia la forma, el tamaño o la posición de las orejas.
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Recuerda que él no lo pidió, fue su mamá, doña Elizabeth Matarrita, quien decidió tomar medidas cuando se dio cuenta de la tristeza que estaba viviendo su hijo menor al punto de ya no querer ir a la escuela.
“Me acuerdo de que cuando llegaba a la escuela con el pelo corto, me agachaba en el pupitre y me tapaba la cabeza. Era traumático. La situación me generaba ansiedad. Cuando me cortaban el pelo sufría porque sabía que iba a vivir un calvario en la escuela. Si tenía el cabello largo, como era ondulado, podía taparme las orejas un poco”, recordó el joven.
Luego de la cirugía, a sus 10 años, el bullying se acabó. Hoy el docente comenta que “sería hipócrita” decir que le gustaría tener las orejas como antes.Siente que el cambio fue bueno a nivel personal y educativo.
“Si yo no me hubiera operado las orejas, al día de hoy no sé qué hubiera hecho. No sé si me sentiría cómodo con el pelo corto”, reconoció.
Su experiencia como niño y su vocación como docente hacen que el profesor José Esteban Cubillo se mantenga alerta para detectar y combatir los casos de bullying entre sus alumnos.
Hoy, aconseja a los estudiantes no callar, acercarse a sus padres y profesores y contarles lo que han estado viviendo.
A sus colegas docentes les invita a prestar atención y a cortar de raíz los casos de bullying. Sabe que es complejo cuando se tienen hasta 30 alumnos, sin embargo, recalca la importancia de “hacer conciencia” y pensar en el dolor e inseguridades que pueden sentir los menores que reciben burlas todos los días.
“De mi infancia recuerdo a la profe Illiana, ella siempre estuvo ahí para defenderme. En las clases de Ciencias y Matemáticas que eran con ella, yo me sentía feliz. En las demás era complicado”, rememoró.