“Aquí no tuvimos Stonewall, pero pudimos tenerlo”, dice el escritor y documentalista Javier Ponce Gambirazio en su libro Crónicas Maricas (Planeta, 2023). Y al decirlo hace referencia a la violencia policial ocurrida en el bar Stonewall de Nueva York el 28 de junio de 1969 y a la respuesta organizada de la comunidad gay que desencadenó un levantamiento histórico. Desde entonces, esa fecha es conmemorada en todo el mundo como un punto de inflexión, como el momento en el que hicieron frente a la discriminación, empezaron a trabajar una agenda y fueron conquistando derechos.
Ponce recuerda en su libro que en el Perú también hubo actos de represión similares a Stonewall: En 1959, una fiesta gay en Barranco terminó con varios detenidos expuestos ante la prensa para escarmentarlos. En enero de 1968, un grupo de travestis se ahogó cuando saltó de un yate en el que realizaban un concurso de belleza. Trataban de huir de la policía. En octubre de ese mismo año, con el Gobierno tomado por Juan Velasco Alvarado, la policía irrumpió en el Lima Golf de San Isidro para detener a un grupo de homosexuales que luego fue presentado ante los periodistas como si fueran delincuentes. A eso hay que sumar el asesinato de ocho travestis perpetrado por el MRTA en Tarapoto, en mayo de 1989.
En todos esos casos hubo indignación y dolor, pero más hubo silencio.
El Movimiento Homosexual de Lima se creó recién en octubre de 1982, en un tiempo en el que la sociedad se burlaba abiertamente de gays, lesbianas y travestis. Y el primer ensayo de lo que podía ser una movilización se dio en 1995, con el primer plantón de activistas LGTBIQ en el parque Kennedy de Miraflores. La marcha, la verdadera marcha, tardaría otros siete años en llegar.
“A mí me tocó estar en mítines —y más con la imagen pública que tuve de chico— y era terrible el pánico por que saliera en todos los periódicos y que iba destruir así la carrera de mi padre”. Juan Carlos Ferrando dio esta declaración al periodista argentino Gustavo Geirola el 19 de julio de 2002, 13 días después de organizar y participar en la Primera Marcha del Orgullo en Lima, a la que inicialmente se llamó Corso Gay-Lésbico.
Juan Carlos era una figura del espectáculo, hijo de Augusto Ferrando, conductor hasta 1996 de uno de los programas de TV más vistos en el Perú. Y que él organizara una movilización de este tipo llamaba mucho la atención de la prensa de farándula. Y ese era el plan del Movimiento Homosexual de Lima (MHOL).
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La primera marcha se hizo para llamar la atención de la sociedad antes que para discutir una agenda. Además —cuenta Ferrando en su entrevista con Geirola—, el movimiento homosexual estaba alejado de su propia comunidad. “Las primera directivas del MHOL comenzaron a hacer un poco de elitismo. En sus primeras reuniones tú no veías a una peluquera, a un maquillador, a un bailarín”, afirmaba Ferrando.
La directiva del MHOL de 2002 entendió que debían cambiar de perfil y por eso llamó a Juan Carlos. Y él hizo la convocatoria a su manera, ante los medios y en discotecas.
El 6 de julio de ese año, la marcha empezó en el cruce de 28 de Julio y Garcilaso de la Vega y terminó en la plaza Francia, con discursos, arengas y cientos de personas. Tuvo éxito porque fue muy difundida, pero no de la manera en que quería el movimiento homosexual.
“Los titulares decían ‘Patos en las calles’ o ‘Chimbombos en las calles’, esa era la cobertura de la prensa”, cuenta Jorge Apolaya, actual vocero del colectivo Marcha del Orgullo de Lima.
El cambio vino en 2004, con la creación del colectivo Marcha del Orgullo. Hubo que entender primero que la organización de un evento como este sobrepasaba las capacidades del MHOL, tenían que crearse comisiones que trabajaran durante un año, escogiendo la fecha central, la ruta y detalles como el levantamiento de un escenario.
Hubo consenso en que la marcha se hiciera el sábado más cercano al 28 de junio de cada año, pero antes se tuvo que vencer dudas legítimas. “El sábado es uno de los días en los que más trabaja la comunidad trans. Por ejemplo, en sus peluquerías. Pero al final quedamos en que es importante que todas las personas LGTBIQ dediquen un día del año a la agenda del movimiento”, explica Apolaya.
Del 2002 al 2015, más gente se fue sumando a la marcha. Fueron años en los que contaron con aliados en la política, como Javier Diez Canseco, Susana Villarán, la primera alcaldesa de Lima y la única en inaugurar una movilización como esta; Carlos Bruce y Susel Paredes.
Las rutas se modificaban, pero casi siempre se cumplía con el mismo recorrido. Se empezaba en el cruce de 28 de Julio y Garcilaso y se terminaba en la plaza San Martín.
En el 2015, la aparente armonía entre los organizadores de la marcha y las autoridades de Lima se rompió con el regreso de Luis Castañeda Lossio al Gobierno municipal.
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“Por primera vez, tuvimos que recurrir a abogados para negociar con la alcaldía. Quedamos en concentrarnos en el Campo de Marte, pero nos indicaban que teníamos que conversar con el municipio de Jesús María, cuando esa coordinación le correspondía a Lima metropolitana”, recuerda Apolaya.
Con la gestión de Rafael López Aliaga, las relaciones también son tensas, pero la marcha se ha fortalecido. Desde 2019, otras regiones organizan sus propias movilizaciones. Ese año hubo 20 marchas en todo el país. Hoy, en el 2024, son 35. Hay regiones como San Martín que tienen tres marchas: Moyobamba, Tarapoto y Picota. Y el movimiento en Lima también forma parte de Pride Internacional, la organización global que agrupa a estas movilizaciones. En tiempos recios, no han parado de crecer. ❖
¿Por qué marcho?
Es una pregunta sencilla de hacer, pero difícil de responder. Cada año marcho por una razón distinta. El 2012 fue mi primera marcha. A esa marcha fui porque hacía menos de tres años había asumido que era un hombre homosexual. Todavía la recuerdo. No por lo que ocurrió en la marcha, sino por lo que ocurrió en mí. ¿Por qué marché el año pasado? Porque había asumido la alcaldía de Lima, luego de una elección democrática, un señor abiertamente ultraconservador. Intentó impedir que marcháramos, no nos dejó entrar a la plaza San Martín, pero llenamos la alameda 28 de Julio. Este año marcho porque no quiero perder lo poco que hemos logrado como colectivo y porque no quiero que otros pasen lo que yo pasé por culpa de ideas fanáticas, sin sustento. En Chile, más de cinco mil personas del mismo sexo se han casado desde que la ley que lo permite entró en vigencia. Y Chile sigue ahí. Marcho porque quiero que el Perú llegue a tener los mismos derechos para todos, porque la comunidad LGTBIQ+ va a seguir ahí.
Paco Flores. Periodista.