Igual que los entrenadores de fútbol -ahora en plena Eurocopa- sostienen que el juego de ataque arranca en el portero, los liturgos pueden defender que el esplendor de la celebración empieza en el acólito . Un buen servidor del altar, espabilado y atento , es capaz de remediar muchos desastres en el presbiterio y, por el contrario, otro negligente o despistado arruina la liturgia mejor preparada. En San Juan de la Palma, en el día grande de la Natividad del Bautista, tenían uno de los primeros y vaya si se notó. Un chaval veinteañero, bien plantado y mejor dispuesto que ejerció sin ningún fallo, disponiendo a los ciriales cuando había que hacerlo, indicando cuándo tomar un farol para acompañar al...
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