En cada examen, la biodiversidad sale mal parada. A medida que los científicos estudian más especies de fauna y flora, descubren más y más variedades en peligro. De las 5.850 que han sido evaluadas por primera vez por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), un cuarto están bajo amenaza: 1.305 taxones engordan desde junio de 2024 el catálogo de alerta.
La última edición de la Lista Roja publicada al completo este jueves –el adelanto de hace una semana desveló que el lince ibérico salía de la categoría de 'en peligro'– ha examinado 163.000 variedades de vertebrados, invertebrados, plantas y hongos. El objetivo de la Unión es llegar a las 260.000. El resultado es que 45.321 presentan algún grado de amenaza. Un 28% del total.
Con todo, el conocimiento es todavía muy limitado: solo se han evaluado el 8% de las especies descritas (que son más de 2,1 millones). En el caso de los insectos se quedan en el 2%, pero en los hongos es todavía más escaso y se queda en el 0,5%. “Hay mucho trabajo por delante en cuanto a invertebrados y hongos”, admite el jefe de la comisión para la supervivencia de especies de la UICN, Jon Paul Rodríguez. Porque conocer lo que hay y cómo está “es fundamental para establecer las prioridades de conservación”, añade la directora de la organización NatureServe, Anne Browser.
Esta actualización de la lista muestra que la biodiversidad está afrontando presiones crecientes. Desde la caza ilegal al cambio climático pasando por las especies invasoras
La actual crisis de biodiversidad, es decir, la pérdida de especies y los ecosistemas en los que viven, está íntimamente relacionada con la manera en la que los humanos estamos relacionándonos con la naturaleza. La directora general de la UICN, Grethel Aguilar, subraya que “esta actualización de la lista muestra que la biodiversidad está afrontando presiones crecientes. Desde la caza ilegal al cambio climático, pasando por las especies invasoras”.
Precisamente las serpientes introducidas por los humanos (mayoritariamente como mascotas) en los archipiélagos de Canarias y Baleares han hecho que tres reptiles autóctonos españoles hayan pasado a engrosar las filas de especies en peligro de extinción, como ha destacado la propia UICN en su lista.
En la isla de Gran Canaria, el lagarto gigante y la lisa están siendo devorados por la serpiente real californiana. Este ofidio llegó a la isla en 1998, al barranco de Real de Telde “debido al comercio de mascotas y posteriores escapes o liberaciones”, describe el Ministerio de Transición Ecológica. Una vez establecida, ha hecho que las poblaciones del lagarto y la lisa se hayan desplomado a menos de la mitad desde 2014.
En Ibiza, la culebra de herradura ha provocado el declive de más del 50% de la lagartija de las Pitiusas. La culebra desembarcó en Ibiza en 2003 con la importación de olivos y otros árboles frutales y solo cuatro años después ya estaba totalmente incrustada en el ecosistema.
El ritmo de pérdida de especies en el planeta se está acelerando, básicamente, por “las actividades humanas”, como dice la Royal Society de Londres. En concreto, “el uso del suelo, la contaminación o la introducción de invasiones biológicas”.
El Índice de Vida Salvaje que desarrolla la organización WWF ha mostrado un severo declive en decenas de miles de poblaciones de especies desde 1970. Para ilustrar la relación entre humanos y la pérdida de biodiversidad en el mundo, basta con entender que la abundancia de mamíferos salvajes ha caído un 85% desde la aparición de los humanos sobre la Tierra a base de caza y agricultura (en 10.000 años ha desaparecido un tercio de los bosques, clareados la mayoría para abrir espacios de cultivo, como reseña World in Data de la Universidad de Oxford).
En este sentido, el Grupo Científico Internacional sobre Biodiversidad de la ONU (IPBES) ya ha explicado que alrededor de un millón de especies de animales y plantas soportan peligro de desaparecer, “más que nunca en la historia de la humanidad”.
En el Centro Superior de Investigaciones Científicas también consideran que “la interferencia del ser humano en el funcionamiento natural de los ecosistemas del planeta ha provocado la que es considerada la sexta gran extinción masiva” –la quinta se registró hace 65 millones de años y fue la que se llevó por delante a los dinosaurios–. De hecho, en el último siglo han desaparecido tantas especies como las que se habrían extinguido en 10.000 años si se asume un escenario normal, según los informes de la ONU.
Aunque son los animales, y sobre todo los mamíferos y las aves, los grupos que más llaman la atención, el 60% de las especies amenazadas de la última lista son plantas. Hay 27.000 variedades en peligro. Entre ellas, la UICN destaca que el 38% de las especies de coníferas (la familia de los pinos y los abetos) están amenazadas y hasta el 71% de las de cícadas.
La encargada de conservación de la organización Botanic Gardens Conservation International, Kathryn Fowler, destaca que en la Lista Roja “se incluyen miles de evaluaciones de árboles” como los de la isla de Borneo, para comprender que “su diversidad provee de hábitats a pájaros y mamíferos que están en peligro de extinción”. Una interrelación ecosistémica.
Sin embargo, Grethel Aguilar añade que la lista “apunta dónde están las soluciones” que pasan por “las acciones de conservación sostenidas, basadas en la ciencia y colaborativas, realizadas a suficiente escala”. Con esa fórmula, analiza la científica, “se puede retirar a las especies del abismo de la extinción”. Este es el mensaje positivo que han querido destacar en la Unión al escoger como ejemplo internacional el caso de salvación del lince ibérico.