El ministro del Interior le sigue levantando cargos sin que pueda defenderse.
Más allá de haberle roto la puerta de su vivienda, producto de un allanamiento dispuesto por el juez, Dina Boluarte tiene otros temas contra Harvey Colchado y la Diviac. Por ello, le ha declarado la guerra y usa como alfil al ministro del Interior, quien parece muy cómodo con el encargo.
Ahora juegan en pared con la congresista Patricia Chirinos, quien ofrece comisiones investigadoras. Antes se hizo con el contralor permanente, Nelson Shack, quien descubrió irregularidades. Se trata de sumar sospechas, lanzar barro, de destruir la reputación.
¿Cuáles son los cargos? Partidas usadas para perseguir crímenes que no se cometieron, trabajos en el Vraem que no les correspondían y una adquisición de un sistema de chuponeo que no funcionó y que además no está en las instalaciones. Todo ello contado en medios de comunicación para instalar la sospecha.
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No hay duda de que Santiváñez tiene buenos maestros de donde aprender. Al tiempo de asegurar que no tiene intenciones de liquidar la Diviac, la socava con ventaja. Básicamente, porque a quien podría desmontar toda la carga pesada lanzada contra su institución, le tienen prohibido hablar y defenderse.
Harvey Colchado ha sido silenciado por orden superior, con la amenaza de que se podría agravar su situación legal, que pende de un hilo. Se trata de una orden fiscal de detención preliminar que fue rechazada por el juez, según versión del abogado defensor del coronel.
La lógica indica que una institución clave para la vigencia de la lucha anticorrupción tendría que fortalecerse en vez de anularse. Pero la venganza parece mala consejera.
